miércoles, 31 de mayo de 2017

Tres mentiras contra la Iglesia

... y cómo corregirlas

A menudo los enemigos de la Iglesia no odian a la Iglesia; sólo odian aquello que, erróneamente, creen que es la Iglesia (Fulton Sheen).
Estoy convencida de que hay algo verdaderamente diabólico detrás de la ira que engendra las críticas contra la Madre Teresa. Hace poco escribí un artículo en defensa de la Madre Teresa contra las mentiras sembradas sobre ella e, inevitablemente, la sección de comentarios se llenó rápidamente de ataques desagradables y maliciosos contra Teresa de Calcuta. Dejé de mirar los comentarios después de unas cuantas visitas desafortunadas.
Lo sorprendente es que hay pocas críticas contra la Madre Teresa que no estén repletas de vitriolo y odio sin adulterar. Hay artículos mucho más objetivos y serenos entre los que critican la gestión de la Iglesia de la crisis de abusos sexuales (algo mucho más merecedor de rabia, en cualquier caso), que entre los que critican a la Madre Teresa. Es directamente perturbador.
La Iglesia tiene bastante en su pasado que es digno receptor de críticas, pero lo que más a menudo evocan los “académicos” y la gente corriente son manidas mentiras antihistóricas. Después de la experiencia antes mencionada, me pregunté, ¿qué otras cosas cree la gente simplemente porque la ascendente cultura anticristiana (con profundas raíces en el fanatismo anticatólico) insiste en establecerlo como cierto?
Aquí tienes algunas mentiras sobre la Iglesia católica que tú mismo o alguien que conozcas habrá llegado a creer alguna vez:
  1. ¿Fue Pío XII el “papa de Hitler? Tras la Segunda Guerra Mundial, los tributos al papa Pío XII inundaron el Vaticano, incluyendo por parte de varias organizaciones judías. Era objeto de admiración casi universal por sus esfuerzos para ayudar a los judíos durante la guerra. Pero esta marea de sentimiento popular empezó a cambiar en la década de 1960 a causa de una obra de teatro que fue vista en el mundo entero, titulada El Vicario y escrita por un protestante alemán. En la obra, el papa Pío XII es representado como un villano codicioso completamente indiferente a los apuros de los judíos. En 1999, el libro superventas El papa de Hitler, acusaba al papa Pío XII de ser un antisemita confabulado con Hitler. Ambas obras, El Vicario y El papa de Hitler influyeron considerablemente en la concepción general que se tenía de Pío XII. La pregunta de si este papa pudo o debió haber hecho más está abierta a debate, pero el altísimo nivel de críticas que ha recibido es considerado en general, entre aquellos que se molestan en investigar, como una manifiesta e injusta falacia. (Más información: fuente judía; fuente católica).
  1. ¿Fueron las Cruzadas terrorismo católico? El presidente estadounidense Barack Obama abrió este cajón de los truenos (o lo reabrió por enésima vez) cuando comparó las atrocidades de Daesh con las Cruzadas, insinuando, básicamente, que la carnicería actual es una respuesta a la defensiva contra un patrón de agresión que comenzaron los cristianos. Una serie de historiadores indicó que la comparación era imprecisa, en primer lugar porque las Cruzadas eran defensivas. Además, el intercambio de papeles con los musulmanes como las víctimas de las Cruzadas es relativamente reciente, obra de los mismos musulmanes de Al-Qaeda y Daesh. La Historia es compleja y las Cruzadas no son una excepción. Hubo atrocidades en ambos bandos. Pero cuando las personas se precipitan con las simplificaciones, se suben al carro de blanco o negro con la bandera de “Vilipendiemos las cruzadas” y definen a los musulmanes como víctimas continuadas de la agresión cristiana, se suben al mismo carro de ciertas personas muy desagradables que usan este mito para justificar una violencia espantosa. Por descontado, claro está, que no es riguroso. (Más información: 4 mitos de las Cruzadas; por qué se equivoca Obama; contra las apologías de las Cruzadas; el caso contra el caso contra las Cruzadas).
  1. ¿Está la Iglesia católica en contra de la Ciencia? Si preguntas a la gente qué le viene a la cabeza al pensar en Iglesia católica y ciencia, la mayoría responderá: “¡Galileo!”. La Iglesia católica no consigue dejar atrás del todo esta controversia, a pesar del hecho de que la ciencia le debe tantísimo a la Iglesia y a los científicos católicos. Además, la controversia con Galileo es (sorpresa, sorpresa) un poco más complicada de lo que la mayoría cree. En cualquier caso, amigos, la Iglesia católica no es anticiencia. ¿La teoría del Big Bang? Fue idea de un sacerdote. ¿Gregor Mendel, pionero de la genética? Monje agustino. Y la lista sigue y sigue. Resumiendo, este asunto es totalmente falso, pero es una mentira que sigue perdurando y que gana tracción rápidamente, tal y como demuestra esta reciente metedura de pata de la periodista estadounidense Katie Couric, sorprendida ante lo “progresista que es la Iglesia por querer entender la ciencia” (El mito de la irracionalidad católica, ¿Una guerra entre ciencia y religión?).
Obviamente, ésta no es una lista detallada de las mentiras y la desinformación que circulan sobre la Iglesia Católica. Pero yo misma, que solía poner los ojos en blanco cuando mi padre teólogo defendía las Cruzadas, sé de primera mano cómo la cultura predominante puede cambiar la forma en que miramos a la Iglesia. Y depende de nosotros llegar a los hechos verdaderos. Lo más probable es que los hechos aporten nuevos y mejores matices a nuestras opiniones y nos ayuden a defender a la Iglesia de los ataques simplistas.
Si tienes interés en aprender más sobre estos temas, el sociólogo e historiador estadounidense Rodney Stark escribió un libro recientemente con el título de Bearing False Witness: Debunking Centuries of Anti-Catholic History [Dar falso testimonio: Refutando siglos de historia anticatólica]. En este libro, el autor corrige algunas de las mentiras sobre la Iglesia católica que se han abierto camino dentro de la historia común gracias a personas que él denomina “distinguidos fanáticos”. En una cultura en la que el anticristianismo está en alza, el resto de nuestros hermanos y hermanas cristianos harían bien en seguir los pasos del Doctor Stark. Porque, nos guste o no, en la cultura secular, un cristiano es un cristiano, y no hay espacio para mucha más distinción.
Por último quiero añadir que, en mi defensa de la Iglesia, no pretendo abogar por defender lo indefendible. No hay necesidad de hacer borrón y cuenta nueva con la historia de la Iglesia. Tenemos esqueletos en nuestro armario, es un hecho. Ninguna institución dirigida por el ser humano durante tantísimos siglos puede escapar de la acumulación de escándalos y pecados. Pero en esta cultura que ataca cada vez más a nuestra fe, los católicos no tenemos que dejarnos pisotear cada vez que alguien arremeta contra la Iglesia con argumentos simplistas y estereotipados. No hay ningún pasaje en la Biblia que diga que los cristianos tengamos que ser felpudos. No se trata de ponernos histéricos con la defensa de la verdad, sino de señalar concepciones erróneas, aunque sea sólo para corregir las mentiras que se propagan tan rápidamente.
 https://es.aleteia.org/2016/05/29/3-mentiras-que-podrias-creer-sobre-la-iglesia-catolica/

lunes, 29 de mayo de 2017

Un error

Soy la  pequeña de cinco hermanos, la que nadie esperaba, una hija del método ogino. A los seis meses en un viaje estuve a punto de morir deshidratada. De hecho estuve muerta unos minutos. Fui una hija tímida, estudiante mediocre, todo el día escondida tras los libros. Soy una esposa corriente, ni muy guapa ni muy lista, ni buena cocinera ni gran ama de casa. Fui una secretaria bastante corriente, despistada y poco eficaz. De ahí llegué a ser una madre pasable, pendiente de mis hijos pero sin destacar tampoco en nada. Y ahora soy una señora de mediana edad, bastante dejada.

A veces pienso que toda mi vida ha sido un error. Que yo no debería haber nacido o sobrevivido a aquel incidente. Si yo no hubiera existido no habría diferencia. Apenas he tenido amigos en mi vida y no los conservo. Apenas me relaciono con mis hermanos y sobrinos una vez al año. Me imagino mi funeral y no llenábamos media iglesia. No he tenido casi influencia en la vida de la mayoría de los que me conocen. Muchos no recordarían ni mi nombre. No es que me quiera morir. Eso sería una tragedia, pero si pudiera volver atrás y no haber existido nunca, me lo pensaría dos veces.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Islam religión de espada

El viernes 28 de abril, el papa Francisco aterrizó en un Egipto todavía agitado por las masacres del domingo de Ramos, llevadas a cabo por musulmanes en dos iglesias cristianas colmadas de fieles.
Pero el mantra de las autoridades vaticanas, comenzando por el Papa, sigue siendo que “el Islam es religión de paz”. Está más que prohibido hablar de “guerra de religión” o de “terrorismo islámico”.
Lo había intentado una vez “La Civiltà Cattolica“, en un editorial del 2014 firmado por el padre Luciano Larivera, al sumergirse en la realidad y escribir a propósito del ala más belicosa del mundo musulmán:
“La suya es una guerra de religión y de aniquilación. Instrumentaliza el poder de la religión y no al revés”.
Pero intervino inmediatamente el padre Antonio Spadaro para desautorizar esta simple verdad imprevistamente aparecida en la revista dirigida por él.
Pero en vísperas del viaje de Francisco a El Cairo, esa verdad ha reaparecido otra vez, en forma bien argumentada, esta vez en  “L’Osservatore Romano” y también por obra de un jesuita.
Su nombre es Henri Boulad. Tiene 86 abouladños y nació en Alejandría (Egipto) en el seno de una familia siria de rito melquita que escapó de las masacres anticristianas de 1860. Vive en El Cairo y lo que sigue es parte de la entrevista que concedió al diario de la Santa Sede, fechada el 13 de abril, el Jueves Santo.
*
P. – Padre Boulad, usted ha sido rector del Colegio de los jesuitas en El Cairo, donde han estudiado muchos musulmanes y cristianos, un ejemplo concreto de convivencia. Pero hoy el mundo parece estar bajo ataque del mismo Islam.
R. – ¿Pero de qué Islam hablamos? Éste es el punto. En el Corán hay versículos de la época de la Meca y están los de la época de Medina. En los escritos en la Meca, Mahoma formula un discurso muy abierto que habla de amor, los judíos y los cristianos son nuestros amigos, no hay obligaciones en la religión y Dios está muy próximo a nosotros. Como se puede ver, la primera parte de la vida de Mahoma transmite un mensaje espiritual, de reconciliación y de apertura.
Pero cuando Mahoma deja la Meca para fundar Medina, hay un cambio. De jefe espiritual pasa a ser un jefe de Estado, militar y político. Hoy las tres cuartas partes del Corán son versículos elaborados en la época que Mahoma vivió en Medina y constituyen un llamado a la guerra, a la violencia y a la lucha contra los cristianos.
En los siglos XIX y XX los musulmanes tomaron nota de esta contradicción y se reunieron para intentar resolverla, el resultado es que han tomado una decisión ahora famosa de “[hacer] derogar” y “derogado”: los versículos de Medina derogan los de La Meca. No sólo eso. Se rechaza el sufismo, por eso bibliotecas enteras fueron incendiadas en Egipto y en África del Norte.
Sería necesario entonces retomar los versículos originales, los cuales son la fuente y son justamente los versículos de La Meca, pero éstos han sido abrogados, por eso la religión musulmana se ha convertido en una religión de la espada.
P. – Pero muchos observadores y analistas hablan de un Islam moderado.
R. – El Islam moderado es una herejía, pero debemos distinguir entre las personas y la ideología: la mayor parte de los musulmanes son muy abiertos, amables y moderados. Pero la ideología presentada en los manuales escolásticos es radical. Cada viernes los niños escuchan la predicación de la mezquita, la cual es una incitación continua: el que deja la religión musulmana debe ser castigado con la muerte, no es necesario saludar a una mujer o a un infiel. Por fortuna esto no es practicado, pero los Hermanos Musulmanes y los salafitas prefieren esta doctrina, los musulmanes moderados no tienen voz y el poder está en manos de quienes pretenden interpretar la ortodoxia y la verdad.
Los que tienen hoy el poder no son los musulmanes que han tomado del Islam lo que es compatible con la modernidad y con la vida en común con otras personas, sino los musulmanes radicales, los que aplican una interpretación literal, y a veces también instrumental, del Corán y que rechazan cualquier tipo de diálogo.
P. – Pero de este modo niegan la obra de todos los grandes pensadores musulmanes como Avicenna o Al-Ghazali.
R. – Sí, éste es el punto sensible. La reforma que hubo en la historia del Islam ha sido rechazada. Por ejemplo, el califa abasí El Maamoun – nacido en Bagdad en el 786 y muerto en Tarso en el 833, seguidor de los motáziles, los racionalistas del Islam – intentó una reforma, ¿pero quién se acuerda hoy de él? Ha prevalecido el Islam cerrado y rigorista de Muhammad ibn Abd al-Wahhab. La última reforma fue la que intentó en Sudán el sheik Mahmoud Taha, quien fue ahorcado en Khartum, en la plaza de la ciudad, porque había dicho que los versículos de La Meca debían derogar los de Medina.
Es un problema interno en el Islam, que no ofrece respuestas a las preguntas de la vida moderna y se encuentra frente a la necesidad de reformarse a sí mismo. El Islam tendría necesidad de un Vaticano.
P. – ¿Cuáles son los desafíos que hoy enfrenta Egipto?
R. – Un fenómeno del que se habla poco es el ateísmo. En Egipto hay más de dos millones de ateos. Han llegado a serlo porque no soportan más la religión como incitación a la violencia o a las ejecuciones capitales. En esto no hay nada que sea divino. No quieren más el fanatismo, la liturgia como repetición mecánica de gestos y oraciones. Dejar la religión es algo totalmente nuevo en Egipto y en el mundo árabe.
Settimo Cielo di Sandro Magister
 http://comovaradealmendro.es/2017/04/islam-religion-la-espada-la-alarma-jesuita-egipcio/

lunes, 22 de mayo de 2017

La primera comunión, y la última


En muchas familias es tiempo de “la Comunión”. No la primera de muchas, sino la primera… y última, por eso ha pasado a ser simplemente “la Comunión”.
Es triste ver como este momento, que debería ser para una familia cristiana un momento de inmenso gozo por ver a su vástago convertirse en un templo vivo del Cuerpo de Cristo, está siendo utilizado sacrílegamente por UNA INMENSA mayoría, pues no hay en ellos más que una mera utilización de la Iglesia y sus medios para organizar una “puesta de largo” sin sentido, ni la más mínima intención religiosa, una fiestecita familiar donde lo que menos importa es Jesús y lo que más importa es el convite, hacer sentir al niño un principito o princesita, y los fastuosos regalos, tal cual si al niño le hubiera tocado una gigantesca tómbola.
Es lastimoso ver a madres enfrascadas durante meses con una preocupación extrema por los detalles del convite y los invitados, pero totalmente desinteresadas por la formación espiritual de sus hijos al punto de que les da siquiera igual que recen o no al levantarse o acostarse. Como diría el Santo Cura de Ars: ¡Oh Dios mío, que horror más grande! Que lejos quedan aquellos tiempos en que los padres reforzaban incluso las catequesis en sus casas para que fueran mejor preparados, ahora a lo sumo se les enseña que Dios es un “brujito”, que está para que cuando todo te vaya muy mal entonces rezarle a ver si hacer alguna “magia”, por supuesto el pecado personal, infierno.. es puro tabú de mentes fanatizadas poco acordes a los tiempos.


Es todo tan aberrante que incluso si en una de estas comuniones osas llevar un regalo religioso te miran con cara de bicho raro. Las incoherencias que todos podemos ver en familiares y amigos llegan al absurdo y serían dignas de un libro de humor sino fuera porque juegan con lo más sagrado: llevan al niño a la primera comunión para no volver a llevarlo a la Iglesia nunca más, e incluso si les preguntas a los padres antes de la comunión si creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía te dicen que no.
Y por si pudiera por la gracia de Dios servir al niño para iluminarlo, a pesar del denigrante ejemplo de los padres, gran parte del clero los instruye en la irreverencia,  con una catequesis en donde al niño se le martillea con la paz y la alegría hueca, pero se le llenan de eufemismos ininteligibles al punto que si el niño tiene una noción clara de que va a recibir a Jesucristo en Cuerpo y Sangre es por pura misericordia e inspiración divina.  No es pura casualidad que primero nos quitaran de las iglesias los reclinatorios y las bandejas, y ahora se adoctrine a nuestros hijos a comulgar en la mano desde su primera comunión. Lex orandi, lex credendi. Hay una fuerte ideologización en ello y se pretende evidentemente imponer una nueva forma de reverencia acorde con nuevas doctrinas ante la impasibilidad de nuestros prelados.
Si con el bautizo la sociedad pagana utiliza a la Iglesia para la “presentación en sociedad”, la comunión se ha convertido para una gran mayoría en la nueva “puesta de largo”, donde sacrílegamente los padres utilizan lo más sagrado como un vulgar juguete de usar y tirar. Es un espectáculo dolorosísimo que tenemos que presenciar todos los años.
Dios los perdone.
Juan Gómez Sauceda

https://adelantelafe.com/mes-de-primeras-comuniones-y-en-muchos-casos-la-ultima/#.WQenCguA6J0.facebook

viernes, 19 de mayo de 2017

Querido tú

Cuánto me gustaría decirte que todo va a ir bien y no tendrás ningún problema en la vida, pero sé que hay gente con estudios o trabajo que no sale adelante y tú no tienes ni una cosa ni otra. Lo siento, pero no puedo seguir alimentando tus sueños de niño porque ya tienes veinticinco años. La vida pasa sin darte cuenta y cuando vas a mirar ya no eres joven ni tienes tiempo para enmendar errores. Nadie tenemos firmado el contrato para siempre. Yo también creía que mis padres eran eternos.

No puedo seguir impasible viendo como te dedicas a dejar pasar el tiempo y estropearte el hígado. Los amigos de décadas también desaparecen a veces en cuestión de minutos y un día te encuentras sólo. Ya sé que tú vives en un mundo utópico, pero yo estoy en la realidad y he visto ya a muchos caer y no poder levantarse. Llevo ya años esperando un milagro, pero sé que tú no lo vas a pedir, porque ni siquiera fe te queda. Sólo espero que algún día despiertes de tu largo sueño.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Suicidio asistido

Perdido el sentido de la vida como don y como ofrenda, instaurada una engreída (a la par que frustrante) exaltación de la fortaleza y la salud que proclama que la única vida digna es aquella liberada de sufrimientos, parece llegado el momento de legalizar el suicidio asistido.
Los partidarios de esta legalización fundan sus vindicaciones en la voluntad soberana del individuo, que es quien determina los confines de su propia vida. Habría que empezar diciendo que ningún individuo, por sí solo, es soberano; pues la soledad es el estado más servil y dependiente que uno imaginarse pueda; y sólo completándose en otros puede uno llegar a ser medianamente independiente. Pero es que esta afirmación, referida al suicidio asistido, resulta doblemente falsa. Pues, lejos de ser una expresión de la voluntad soberana del individuo, el suicidio asistido exige una relación entre dos sujetos -quien desea morir y quien lo auxilia-, en la que uno de ellos impone su voluntad sobre el otro. O bien el enfermo convierte al médico en un instrumento de su designio; o bien el médico suplanta la voluntad del enfermo, arrogándose la capacidad decisoria para quitarle la vida. Legalizar el suicidio asistido no equivale, pues, a reconocer un supuesto derecho a disponer de uno mismo, sino a más bien un derecho a disponer del prójimo. Y equivale, desde luego, a imponer a los médicos una función que es exactamente la contraria a la que han desempeñado durante milenios.

Y, además, se trata de un derecho discrecional, pues a la postre quien asiste al suicidio, además de disponer de una vida ajena, se inviste de una capacidad valorativa más que discutible. A veces, incluso, podrá ‘valorar’ conforme a criterios malignos rebozaditos de emotivismo (como esos médicos y enfermeras dementes que de vez en cuando dan matarile a sus pacientes, porque les da penita que sufran tanto). Pero mucho más frecuente será que ‘valoren’ con criterios nada criminales, más bien soportando presiones insuperables (el médico que necesita con urgencia donaciones de órganos o camas libres en su hospital, pongamos por caso) o defendiendo posiciones ideológicas (pues, en un mundo tan ideologizado como el nuestro, también los enfermos y sus postrimerías pueden convertirse en bandera encontrada)
.
Yw, junto al médico acuciado por penurias sanitarias o el médico ideólogo, toda una cohorte de familiares, deudos y allegados con anhelos inconfesables, para quienes el enfermo puede haberse tornado demasiado oneroso, demasiado costoso, demasiado insoportable, demasiado longevo (¡y quieren heredar!). Familiares, deudos y allegados con anhelos inconfesables que, aprovechándose del decaimiento del enfermo, podrían insinuar la idea del suicidio. Allá donde las peticiones de suicidio asistido se atienden acaban finalmente ‘suscitándose’ otras; pues, una vez hecha la ley, siempre hay vivos que elaboran la trampa (y a veces, incluso, son el mismo).


¿Y qué decir de la voluntad del enfermo que quiere suicidarse? ¿De verdad es tan soberana como se pretende? Casi siempre, la persona que desea morir está anegada de dolor. De veras se puede defender seriamente que su voluntad no está viciada? Muchos enfermos son víctimas de neurosis, depresión, ansiedad, abulia y otros trastornos ligados a sus padecimientos. ¿De veras también las suyas son voluntades soberanas? Se afirma que esta situación tan peliaguda y ambigua se arreglaría con el llamado ‘testamento vital’. Pero lo que uno ha afirmado cuando veía la muerte desde la barrera, con arrogancia y lejanía, tal vez no sea lo mismo que uno piensa cuando se enfrenta encarnizadamente a la muerte y ansía vivir, pero ya no puede decirlo. ¿Por qué hemos de presumir que, por ejemplo, el enfermo de alzhéimer sigue pensando lo mismo sobre su muerte que la persona sana que la decretó en un momento pasado?

En el fondo de este debate están el irracionalismo y el emotivismo urdiendo su brebaje. Pues en todo anhelo de muerte hay siempre una rebelión de hombres que creyeron poder disfrutar de una vida sembrada de delicias; y que, al cabo, se encontraron con una vida regada de sufrimientos. A veces, ciertamente, crudelísimos; pero para que un sufrimiento nos desespere debe contar antes con la levadura de una desesperación prexistente. O con la desesperación que nuestra época nos ha instilado. No en vano Lacan decía que «la mirada del otro nos constituye». Y, una vez que nuestras vidas individualistas ya no están constituidas por la mirada del otro, sólo nos queda rezar para que ese otro nos mate, o siquiera nos ayude a morir.
 http://www.xlsemanal.com/firmas/20170424/juan-manuel-de-prada-suicidio-asistido.html

lunes, 15 de mayo de 2017

El verdadero problema del mundo es la falta de Fe

A raíz del artículo anterior, traigo este otro sobre el mismo tema, escrito por un sacerdote.
La primera lectura de ayer domingo anda que no clarifica cosas:
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no atendía a sus viudas. Los Doce convocando a la asamblea de los discípulos, dijeron:
«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra».
Basta este texto para cargarnos de una puñetera (perdón) vez eso de que lo que tenemos que hacer los curas y los obispos es estar con los pobres, porque no es verdad. Lo que tenemos que hacer curas y obispos es dedicarnos a la oración y a la predicación y garantizar que haya gente que atienda a los pobres.
Lo nuestro, lo que nos toca, es una tarea muy desagradable a los ojos del mundo, muy denostada y fuertemente criticada. Porque resulta que predicar a tiempo y a destiempo que no todo es igual, que Cristo es camino, verdad y vida, que el hombre está destinado al cielo y a la inmortalidad, clamar por la conversión a Jesucristo, orar con la gente, dedicarnos al ministerio de la reconciliación, administrar sacramentos, formar en la fe, predicar la verdad, eso hoy no vende. Vete a la gente a decirles que la verdad del hombre y la mujer, lo que Dios dice, es que fueron creados por Dios para complementarse y unirse en alianza para siempre. Hoy no te apedrean. Te asesinan en las redes sociales, mandan una carta al obispo y apareces en cualquier noticiario televisivo.
Esta tarea, la de proclamar sin miedo la verdad, es desagradable a los ojos del mundo, incomprendida, denostada y ridiculizada. Se hace si hay una vida de fe muy enraizada en Dios.
A mí me parece que hemos perdido la fe y nos queda apenas un barniz ligerito de costumbres y lenguaje religioso. Consecuencia de ello es que abandonamos la predicación, mejor, peor, la convertimos en cuatro frases hechas rellenas de buenismo y relativismo, obviamos realidades tremendas como pecado, conversión, gracia y predicación sobre los novísimos, que siempre es cosa desagradable, mientras anunciamos que como Dios es bueno todo el mundo al cielo y ni arrepentimiento vivo ni sufragios muerto. No predicamos de esto porque no nos lo creemos. Y si no nos creemos lo del pecado original, la necesidad de redención, la gracia y los méritos de Jesucristo, es que no nos creemos nada. Por eso la predicación insulsa y la celebración mecánica.
Lo que hacemos, para justificar posiblemente la falta o tibieza de la fe, es trocar la palabra y la liturgia en trámite de necesario cumplo y miento, y dedicarnos algo mucho más gratificante y amable a los ojos del mundo como es dar comida a los pobres y sentirnos solidarios con el necesitado. Gran opción que te trae el aplauso de la gente, los premios, los reconocimientos y una placa en tu jubilación.
Los sacerdotes y obispos, claro, estos más, no estamos para eso. El sacerdote santo, el que sabe lo que es su ministerio, los grandes santos, han sido incansables predicadores, confesores de horas y horas, gente de exquisita liturgia, oración constante. Gente enraizada en Cristo. Y al revés. Si nos falta la fe descuidamos la liturgia, menospreciamos el confesionario, predicamos cualquier cosa y para rezar no tenemos tiempo porque no están esperando en Cáritas.
¿Y los pobres? (Pesaditos con los pobres, oiga). Para eso están los voluntarios, diáconos de hoy, ordenados o no, que ya en tiempos de Cristo, atendían a las mesas y encima predicaban la Palabra. Qué cosas.
http://infocatolica.com/blog/cura.php/1705151215-vamos-a-atrevernos-a-decirlo

Adorar a los pobres








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La última herejía: el pauperismo o la pauperolatría

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Vengo detectando en los últimos años en la Iglesia una sutil herejía, escondida – como siempre fueron las herejías más peligrosas – bajo veste de ortodoxia. La idolatría de los pobres.
Me explico. Es una obligación de todo buen católico luchar, con la gracia de Dios, por construir el Reino de Cristo en este mundo. Pero el Reino de Dios no será de este mundo, aún. Lo será cuando baje Cristo en su Parusía, a instaurar su Reino espiritual y glorioso. La Iglesia sabe que no conseguirá el triunfo en la Tierra por sí misma, ya que está profetizado en la Biblia que defeccionará en su mayor parte y apostatará de la Verdad. Es decir, fracasará desde el punto de vista espiritual. Sin embargo, esa Iglesia apóstata triunfará desde el punto de vista material.
La Iglesia, en las últimas décadas, ha cedido a una fina desviación: la famosa opción por los pobres, entendida en su sentido mundano, que no deja de ser una suerte de marxismo. Así, esta falsa Iglesia cree que sólo los pobres merecen su atención. El marxismo, esa gran herejía de creación masónica (sus inspiradores fueron falsos judíos, es decir, judíos ateos y masones como Karl Marx y otros muchos[1], judíos de raza pero no de religión) fue infiltrándose progresivamente en el tuétano de la Iglesia, volviendo loca la virtud de la caridad, y convirtiéndola en solidaridad.
El núcleo de esta herejía no es amar al pobre como representación de Cristo (como ejemplarmente hicieron tantos santos a lo largo de la historia de la Iglesia, San Francisco de Asís y Santa Teresa de Calcuta entre ellos) sino como a meras personas. El pobre queda, así, cosificado. Ya no es un medio para amar a Cristo y santificarse sino un fin en sí mismo y, lo que es peor, un instrumento de lucha contra los demás.
Ahí vemos la mano del Diablo, que nos vende media verdad si con ello consigue colarnos una mentira. Y esta mentira es realmente letal y ponzoñosa, porque el marxismo esconde bajo una supuesta virtud (su “supuesto” y nunca real amor a los pobres) la semilla del odio, de la lucha de clases: se trata, entonces, no ya de ayudar al pobre a aceptar su pobreza, como vía de santificación de su alma, en la esperanza de que alcanzará el Cielo, a pesar de sus penurias materiales (y, ¡ojo!, sin que ello suponga renunciar a ayudarle también económicamente, porque no es buen cristiano el que le dice a un pobre “Que Dios te bendiga” sino el que, además, le da limosna y le ayuda) sino que al pobre hay que liberarle de sus ataduras materiales inculcándole el odio a los que tiene a su alrededor, inoculando el gen de la violencia, que le haga ser rechazar su pobreza y, a la vez, moviéndole a envidiar y desear los bienes ajenos.
Marx no quería la caridad, porque sabía que aquietaba a los pobres, resignados bajo un bien mayor como era la santidad y su salvación espiritual. Marx quería destruir el cristianismo usando la pobreza como ariete contra la sociedad cristiana occidental, creando una supuestamente virtuosa clase única, el proletariado, tras una revolución iconoclasta que acabara con el orden cristiano.
Se ve claramente que el comunismo, el marxismo, es la ideología del Diablo (el primer revolucionario), que aspira a ser implantada a nivel mundial como Reino del Anticristo. En este grado, así descubierta y denunciada, esa ideología es patentemente anticristiana, y son muchos sacerdotes y fieles que se darán cuenta de su perversión. Ahí podríamos inscribir, por ejemplo, la teología de la liberación, creada por la KGB rusa para destruir la Iglesia católica en la América Hispana[2] e implementada por una sedicente Compañía de Jesús (haciendo pinza también con el protestantismo, suscitado por la masonería norteamericana, con el mismo fin). O la teología del pueblo, tan seguida por el Card. Bergoglio, que no deja de ser una species de aquélla.
Pero lo que ciertamente me preocupa es que la inmensa mayoría de la Iglesia ceda a una tentación más engañosa: cambiar la salus animarum por la salus pauperum, que la lleve a acabar adorando al pobre, no a Dios: no ya tanto a aspirar a la templanza y a deshacerse de lo superfluo, buscar la pobreza material y espiritual, desprenderse de las cosas que estorban a nuestra salvación, algo que es pura y ciertamente cristiano, sino a pensar que el pobre se salva por su mera pobreza. Y no… La pobreza, por sí misma, no salva. Salva la santidad. Se salva el pobre santo y el rico santo. Se condenan los pobres pecadores y los ricos pecadores.
¡Cuántos pobres odian a los que tienen medios suficientes de vida y pasan sus años en un celo amargo continuo, blasfemando contra los que tienen bienes y posibles, recelando incluso de quienes les ayudan, maldiciendo su suerte y apartándose violentamente de Dios por no mejorar su situación económica! Difícilmente se salvarán… Y ¡cuántos  ricos, reyes y reinas, nobles y burgueses han sido beatificados y santificados por dar abundante limosna, por proveer al bienestar de sus vecinos creando empleo y riqueza, poniendo su corazón no en sus riquezas, sino en Dios y en sus hermanos, a los que ayudan sin vacilación! Repetimos: no salva la pobreza por sí misma ni condena la riqueza por sí misma. Cristo nos advierte que Él mira al corazón y que sus caminos no son nuestros caminos. Lo que el hombre tenga en su corazón, eso será lo que le salve o le condene.
Nótese que el marxismo dice ayudar al pobre pero condena en la pobreza mortal a toda la sociedad: no mejora económicamente al desvalido sino que iguala en perfecta penuria a la sociedad entera. Necesitan que haya pobres, porque reduciendo la alimentación y los bienes de todos mantienen su sistema comunista suscitando constantemente en ellos la envidia de los bienes ajenos. Lo estamos viendo en Venezuela y lo hemos visto en todos los países comunistas del s XX. No son los marxistas los amigos del pueblo sino sus más fanáticos enemigos, porque, como ideología inspirada por el Demonio que es (Marx era satanista, recordémoslo, al igual que muchos de sus acólitos, como Bakunin, Prouhon, Joanna Southcott, Heine, Moses Hess, Engels, Netchaiev, Helena Petrovna Blavatsky, Carducci, etc.[3]) sólo desea la destrucción del hombre.
Y la Iglesia está cayendo progresivamente en esa especie de milenarismo craso según el cual sólo hay que buscar el bienestar material de la gente, alzar al pobre de la pobreza no por amor de Dios, sino para conseguir una sociedad sin pobreza, rica en bienes, un reino en la Tierra sin Parusía… puro inmanentismo, puro materialismo, el Homo economicus como profetizaba Marx… un Reino sin santidad, sin Dios, un reino mundano, sin trascendencia, sin santidad personal, sin conversión. Y no. La Ley suprema de la Iglesia es salvar almas: predicar la santidad de los hombres para salvarse.
Porque fue Cristo quien dijo “Busquen el Reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6,33). Y nos advirtió también contra ese deseo de aspirar sólo a lo material por encima de lo espiritual cuando les explicaba a sus seguidores que no se preocuparan tanto por lo que iban a comer o con qué iban a vestirse porque la Providencia velaba por ellos:
“25 «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? 27 Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? 28 Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. 29 Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? 31 No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? 32 Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33 Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. 34 Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.” (Mt 6, 25-34)
Cristo mismo, como prueba de su mesianidad a los seguidores de San Juan Evangelista, no decía que vino a liberar a los pobres de su pobreza, no. Cristo dijo que “los pobres son evangelizados…” (Mt 11, 5).
Por esa misma razón, observamos con preocupación la progresiva marxistización de Caritas. La rama de la Iglesia católica dedicada a la caridad cada vez tiene menos de católica y sí más de pepera, comunista, podemita o socialista. Los pobres, de nuevo, usados como ariete contra la sociedad, contra el resto de los cristianos, contra la Iglesia, contra Cristo. Porque Caritas hace un trabajo excepcional cuando ayuda económicamente al pobre, dándole comida, pero desliza un enorme pecado de omisión cuando se quitan los crucifijos de los salones, cuando no se exige a sus integrantes que sean católicos, cuando no se les pide santidad de vida, cuando, en suma, no se les recuerda que se ayuda a los pobres por amor a Cristo, cuando se olvidan o no se atreven a proclamarse Iglesia y católicos. Porque pobres los tendréis siempre, pero a Cristo no siempre le tendremos (Mt 26, 11). Amar al pobre, pero primero a Dios, y al pobre por amor a Cristo, y recordándole que el que le ayuda es católico, porque Cristo mismo nos mandó amar al prójimo como a uno mismo.
La Iglesia está transformándose poco a poco en una Iglesia ideologizada, que se predica cristiana sólo en la medida en que ello sea compatible con el socialismo o del comunismo (algo imposible), que piensa como Judas, cuando afeó a María Magdalena que hubiese derrochado dinero con aquel perfume que derramó sobre la Cabeza de Cristo porque se le podría haber dado a los pobres (pensaba así no porque fuera caritativo, como no lo son los comunistas[4], sino porque robaba).
Es una Iglesia que comienza a croar como una de aquellas ranas del Apocalipsis (Apoc. 16, 13), el Espíritu demoníaco que le hace gritar “Bienaventurados los pobres, porque vosotros alcanzaréis el paraíso terrenal gracias a la Iglesia”, rechazando la pobreza de espíritu, es decir, la santidad y la humildad. Es una Iglesia, en suma, que se arrodilla ante el pobre pero no ante Cristo Eucaristía (no se me ocurre otra imagen más fidedigna y quintaesenciada, por ser verídica, de lo que quiero decir).[5]
Todo este deslizamiento, esta perversión de la Palabra de Cristo, esta defección en masa de la Iglesia hacia el materialismo puede quintaesenciarse en el siguiente hecho incontrovertible: la Iglesia está dejando de predicar la santidad, la necesidad de morir en gracia de Dios para salvarse, la exigencia de cumplir los mandamientos y de convertirse, porque esta predicación le molesta al mundo y entonces quien lo haga será perseguido y martirizado por los periódicos, radio, Tv y, ¡ay! por la propia Iglesia; en cambio, para evitar esa persecución y ese martirio la Iglesia se está dedicando cada vez más a hacer aquello por lo que el mundo la tolera: por limitarse sólo a dar pan y comida a todos, a modo de una ONG más. Su mensaje de convierte así en algo exclusivamente transversal, apartándose del mensaje vertical delstipex de la cruz de Cristo, el palo que apunta al Cielo y deja de escocer como la sal. Y si la sal se vuelve sosa ya no sirve para nada, sino para que se la eche fuera y la pisen los animales.
No olvidemos que cuando Cristo quiso ser proclamado Rey por la multitud a la que había alimentado con la multiplicación de los panes y de los peces se apartó de ellos (Jn 6, 15). Esa multitud proclamará finalmente rey al Anticristo, el Mesías mundano que muchos aceptarán, cuando traiga bienes materiales para todos, al precio de la Apostasía. Advertidos estamos.
Antonio José Sánchez Sáez
[1] Jacob Lastrow, Max Hirsch, Edgar Löening, Wirschauer, Babel, Schatz, David Ricardo, Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Kurt Eisner, Sigmund Freud, Vela Kunh, Lenin, Trotski, Zinoviev, Kruschev, etc. También toda la Escuela de Frankfurt, compuesta por falsos judíos, teorizaron sobre el marxismo, que profesaban con delectación: Horkheimer, Adorno, Lukacs, Fromm, Marcuse, Habermas, etc.
[2] https://www.aciprensa.com/noticias/ex-espia-de-la-union-sovietica-nosotros-creamos-la-teologia-de-la-liberacion-45686/
[3] Cfr. Véase el revelador libro “Marx y Satán”, de Richard Wurmbrandt (http://www.hourofthetime.com/1-LF/Hour_Of_The_Time_08122012-Marx_and_Satan.pdf).
[4] Los hombres del fin de los tiempos … tendrán apariencia de piedad pero desmentirán s eficacia… (2 Tim 3, 5).
[5] “¡Cuánto quisiera que las comunidades parroquiales en oración, a la entrada de un pobre a la Iglesia, se arrodillaran en veneración de la misma manera como cuando entra el Señor!” (palabras de Francisco el 28 de abril de 2015). http://www.lastampa.it/2015/04/28/vaticaninsider/es/noticias/cunto-quisiera-que-a-la-entrada-de-un-pobre-a-la-iglesia-nos-arrodillramos-TjNAgS0cxqOjtCvAtYkuDP/pagina.html

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Antonio José Sánchez Sáez

Católico. Padre de familia. Profesor Titular de Derecho de la Universidad de Sevilla.
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