miércoles, 31 de enero de 2018

14. No puedo con ello

Hace ya dos años de que murió mi madre y cuatro de la muerte de mi padre y me parece que fue ayer. Procuro no pensar en ello en absoluto porque cuando lo pienso todavía se me parte el corazón. Sé que ellos no estarían contentos de ver, allá donde estén, que no consigo superarlo.  Porque ellos eran de la vieja generación que pasó la guerra y la posguerra y nada conseguía tambalearlos. Pero en eso no he salido a mis padres y yo siempre he sido una hierba mecida por cualquier viento mientras ellos eran troncos grandes y fuertes. Por eso sigo necesitando tanto su apoyo.

Me pregunto cómo se aprende a vivir huérfano. Cuándo llega el momento en que los recuerdos son sólo agradables y te acostumbras a su ausencia, o si nunca lo haces. A pesar de que sus últimos años fueron difíciles y que sufrían muchas molestias, y  que llegó el momento en que ya deseábamos el final por no verles sufrir. Pero es que yo les recuerdo sonrientes bañándose en las aguas de Galicia, con esa temperatura y esas olas. Parecía que nada ni nadie podría con ellos. Ni siquiera el tiempo. Pero así es la vida. Unos vienen y otros se van. Espero algún día poder aceptarlo.

lunes, 29 de enero de 2018

13. La mediana edad

De los treinta a los cuarenta años me los pasé viendo jugar a mis hijos. Afortunadamente se llevaban muy bien entre ellos. Por lo demás, llevándolos al colegio, a actividades y al médico, porque también estaban siempre malos. De esta época la verdad es que recuerdo poco. Los fines de semana hacíamos actividades en familia y la gente nos felicitaba por lo bien que se portaban nuestros niños. Yo estaba al cien por cien con ellos. Aunque parecía que el tiempo no pasaba, cuando fui a darme cuenta su niñez había terminado.

Los cuarenta parecía que serían una liberación para la pareja, pero vinieron con multitud de problemas familiares. Tres casos de cáncer con mal final nos tuvieron  pendientes durante los primeros años. Nuestros hijos mayores empezaron a salir por su cuenta. Mis padres, que habían aguantado bien hasta los ochenta años, enfermaron y estuvieron entrando y saliendo del hospital todos los meses durante años hasta que finalmente ambos fallecieron con dos años de diferencia. Y yo cumplí cincuenta en tratamiento por depresión.


viernes, 26 de enero de 2018

Las piernas

Desde el embarazo de mi hijo mayor, hace ya más de veintiséis años, tengo un problema en las piernas muy molesto. Resulta que cuando tengo la regla me viene un dolor por detrás de la pierna derecha de arriba a abajo y un poco también la izquierda. Ahora estoy mejor, pero hasta hace poco era un dolor insoportable que me impedía estar quieta de pie y tenía que sentarme y subir las piernas en alto. Así al menos un día al mes, por veintiséis años, vienen a ser unos trescientos días de mi vida que me he pasado en esta situación.

Estuve en el traumatólogo y me mandó al circulatorio, y viceversa. Parece ser que tengo varices e insuficiencia venosa abdominal y en esos días se me inflama todo y me bloquea la circulación. Pero cuando me miran en otro momento no se ve tan mal. El caso es que no tiene solución más que calmantes. Eso sin contar la migraña que suele acompañar. A veces pienso que debí de hacer algo muy malo en otra vida para merecer esta penitencia. Pero, como siempre digo, hay cosas peores. Lo que pasa es que a mí me han tocado todas las leves.

miércoles, 24 de enero de 2018

Pesadillas

Por lo que escribo últimamente puede parecer que soy una rencorosa, pero sólo lo hago porque me lo recomendó la psicóloga. He intentado durante décadas perdonar y olvidar, y lo he conseguido bastante, pero tengo muchas pesadillas. Digamos que mi subconsciente saca a la luz bastante a menudo aquellas cosas que he intentado borrar de mi pasado porque siguen estando allí y se niegan a desaparecer, porque tienen mucha culpa de mi depresión y de los problemas que he ido arrastrando toda mi vida. Y si trato de ignorarlo, nunca podré superarlo realmente.

Ya sé que está de moda decir que todo el mundo es bueno y que todo depende de las circunstancias de cada cual, pero no es cierto. Hay gente que disfruta llevándote al límite, tocando donde más duele o simplemente haciéndote sentir mal. Que algunos no se dan cuenta o sólo están pasando una mala racha, es cierto. Pero otros simplemente son así y a mí me ha tocado en suerte cruzarme con varios. Se puede justificar y perdonar, pero no es tan recomendable el olvido. Olvidar puede llevarte a caer en los mismos errores. Mejor intentar asumir el pasado.

lunes, 22 de enero de 2018

11. El lavaplatos

Tenía yo unos diez años cuando empecé a ayudar a mi madre a poner y quitar el lavaplatos. Al principio recuerdo que me hacía ilusión y todos colaboraban más o menos. Al poco tiempo sólo mi madre y yo nos ocupábamos y después sólo yo. Con ocho de familia, llenar y vaciar el lavaplatos y poner y quitar la mesa; así como limpiarla y barrer no era poco trabajo. Pero yo lo hacía con gusto porque le libraba a mi madre de esa labor, que ya estaba bastante ocupada. Lo que ocurre es que con el tiempo pasó de ser un favor a una obligación y eso ya no tenía tanta gracia.

Desde los doce a los veintidós años, cuando me casé, ocuparse del lavaplatos y la mesa eran ya una labor inevitable para mí. Eso no me hubiera importado tanto si no fuera porque tenía cuatro hermanos, de los cuales tres no solían estar en casa mucho tiempo pero mi hermana sí. Y después de comer se sentaba tranquilamente a leer el periódico, cosa que por cierto le correspondía a mi padre, pero nadie se atrevía a decirle nada porque tenía mucho carácter. Así que yo me sentí durante muchos años como una hija de segunda categoría y eso me resultaba doloroso, aunque supiera que en el fondo la decisión era mía.

jueves, 18 de enero de 2018

10. Un poco más

Como decía Chelo que resumo mi vida en pocas líneas, voy a añadir un poquito, porque hay poco más que decir de mi vida hasta los veinte años. Yo seguía sin tener un grupo de amigos, sino alguna amistad de vez en cuando. Así que salía habitualmente con mis padres. Entre semana con mi madre de recados y a sacar el perro. Los fines de semana a mi padre le gustaba ir a algún parque o de excursión cerca de Madrid. También íbamos juntos al cine bastante a menudo o a visitar a algún pariente mayor.

Lo que pasa es que yo ya era una chica llena de complejos y salir con mis padres me agradaba pero al mismo tiempo me daba mucha vergüenza. No quería que me vieran las del colegio por ejemplo, que no tenía amigos con quien ir e iba con mis padres como una niña pequeña. De manera que esa contradicción hacía que no disfrutara mucho de las salidas, cosa que es un lástima. Ahora las echo de menos. Por los demás, es que realmente la década de los diez a los veinte años fue para mí tan monótona e insustancial como la anterior. La siguiente en cambio se me pasó volando.

Por cierto, he vuelto a la gimnasia.

miércoles, 17 de enero de 2018

9. La adolescencia y la juventud

A los quince años empecé el Bup y los dos primeros años me fueron bastante mal. El tercero mejoré porque ya iba por letras. El Cou me costó mucho pero lo aprobé y pasé la selectividad a la primera. En estos años también salía poco y tuve amistades sin compromiso. Después decidí estudiar secretariado en dos años y otro más en que estuve solamente estudiando idiomas: inglés, francés y alemán. Entonces fue cuando empecé a salir con mi marido. A continuación encontré un trabajo que sólo me duró seis meses porque se mudaron a Coslada .

Busqué y encontré otro trabajo cerca de casa, pero éste no me trajo más que malos recuerdos. Algo de bulling, que entonces no se identificaba ni se llamaba así. El caso es que lo dejé al año cuando me casé, pensando en buscar otra cosa preferiblemente de media jornada. A los veinticinco años me quedé embarazada y ya no quise separarme más de mi bebé, así que no volví a trabajar más. (Quién me lo iba a decir). A los dos años nació mi hija mayor y a los tres años la pequeña y yo ya cumplía treinta y uno.

martes, 16 de enero de 2018

8. Familia

Tengo cuatro hermanos, tres hombres y una mujer. Cuando era niña, era tan tímida y sensible que no me atrevía a hablar con los chicos. Me parecían tan grandes y el que menos me llevaba cinco años. Así que me escondía bajo la mesa del comedor. Con mi única hermana nunca tuve buena relación. Eramos como el agua y el aceite. Tengo la impresión de que ella me celaba por ser la pequeña, aunque no hubiera nada que envidiar en mi caso. Ella era la guapa, la simpática, la buena estudiante y yo todo lo contrario.

Afortunadamente a los quince años mi hermana se echó novio y desapareció de la escena por un tiempo dejándome a mí espacio libre y más posibilidades de relacionarme con mi madre, pues antes ella la tenía copada. Pero aquello fue un desastre para mis estudios, ahora que empezaba a remontar, pues prefería salir de paseo con mi madre y mi perro a hacer los deberes o estudiar. Los fines de semana se me hacían interminables sin nadie con quien salir, y el verano peor aún, pues sólo iba con suerte un par de semanas a Asturias a casa de unas tías ancianas.

lunes, 15 de enero de 2018

El tic nervioso

Hace ya cosa de un mes que empecé a mordisquearme la boca por dentro. Mi madre hacía algo parecido y fue su primer síntoma de parkinson. Así que fui al neurólogo y me mandó una resonancia magnética de la cabeza. Parece que no tengo parkinson de momento. Lo que sí tengo es temblor esencial, que da unos síntomas parecidos. Tomo una pastilla dos veces al día pero no he notado la diferencia. También he probado con tranquilizantes y relajantes musculares, pero sigo mordiéndome la boca desde que me levanto hasta que me acuesto.

He intentado ponerme cacao labial, pero me lo como. No pensar en ello o pensarlo todo el tiempo. Se supone que es un tic nervioso y debería ser capaz de pararlo, pero no puedo. Me pone nerviosa y me temo que vaya a seguir así ya para siempre. Me siento frustrada. Además pongo caras raras sin querer al mover la boca y tengo que tener cuidado de que la gente no me vea porque llama la atención. Así que estoy siempre un poco en tensión. Por si no tenía bastante con andar siempre con el pañuelo. Esto viene a demostrar que siempre se puede estar un poco peor. Mejor no quejarse demasiado.

viernes, 12 de enero de 2018

7. Amigos

Cuando era muy pequeña mis padres me juntaron con una niña que se llamaba Isabel. Algunos fines de semana íbamos a su casa en el pueblo con sus siete hermanos en el coche y yo siempre me mareaba y vomitaba, a la ida y a la vuelta. Como es natural, dejé de ir con ella. Después me hice amiga de una vecina que iba a mi colegio y bajábamos al parque juntas, pero al cabo de un par de años se cambió de colegio y perdimos el contacto. Éramos muy diferentes. En el colegio hice otra amiga que me duró muchos años aunque no nos veíamos muy a menudo. Todavía la llamo de vez en cuando por teléfono.

En los últimos años de bup me hice muy amiga de una chica bastante problemática, en el sentido de que tenía una vida muy complicada. Salíamos juntas a la discoteca hasta que nos fuimos distanciando. Digamos que la amistad nunca ha sido mi fuerte. Como ya he contado alguna vez, después he tenido amistades más o menos superficiales y poco duraderas, que todavía mantengo; y una chica que conocí que por desgracia ya murió bastante joven. No he tenido la suerte de contar con amigos de esos incondicionales y para toda la vida.

jueves, 11 de enero de 2018

6. La muerte

Ya he contado alguna vez que cuando era un bebé de seis meses me morí por deshidratación en un viaje a Galicia. Estuve más de media hora sin respirar. De aquello creo recordar que la muerte era un estado muy agradable y yo no quería que me reanimasen, pero lo hicieron. Desde los diez años aproximadamente cada noche yo rezaba por morir. No tanto que quisiera suicidarme y darle ese disgusto a mis padres pero pensaba, con razón, que si tanta gente estupenda moría cada día de la manera más tonta, por qué no podía yo sustituir a alguno de ellos.

Pensaba que mi vida así no tenía sentido. Afortunadamente Dios no me hizo caso o me hubiera perdido lo mejor. Pero cuando dejé de pedir la muerte fue precisamente cuando alguien intentó matarme. Es un tema en el que prefiero no entrar. El caso es que siempre he considerado la muerte como una amiga y, si no fuera por mi marido y mis hijos, no me importaría que me alcanzara. Como buena depresiva no acabo de entender cuál es mi papel en la vida, aparte de ser un peón más en un tablero de ajedrez.

miércoles, 10 de enero de 2018

5. La pubertad

Continuando con lo anterior, tenía yo ya diez años y afortunadamente había otros juegos en el recreo aparte de la comba, así que me sentía más integrada. Pero sucedió algo catastrófico: me hice mujer a los diez años. De la noche a la mañana, aparte de los dolores horrorosos que tenía en esos días y los problemas técnicos, resulta que aparentaba al menos dos años más y tenía un problema de sudoración y olor corporal muy molesto. Por entonces no se llevaba tanto el uso de desodorantes y había la creencia de que no debía una ducharse en esos días. De ahí la situación.

Por todo ello, yo misma me aislé una vez más del resto de las niñas, avergonzada por mi aspecto y mis circunstancias. Supongo que si hubiera sido una persona más segura de mí misma incluso le hubiera sacado ventaja, pero no fue así. Me pasé otros cinco años sentada en el recreo viendo como las demás se relacionaban con normalidad mientras yo me sentía un bicho raro. Conseguí mantener un par de amigas a duras penas pero los fines de semana apenas salía si no era con mis padres. De manera que mi preadolescencia no fue muy interesante.

martes, 9 de enero de 2018

4. La alergia

Cuando me hice las pruebas de la alergia ya mayor, me dieron positivo prácticamente todos los alérgenos. Incluido el pelo de perro. Yo ya lo sabía aunque había tenido un perro dieciséis años y desde luego nada me hubiera hecho renunciar a él, como ahora tengo un gato y sospecho que también me da alergia. El caso es que cuando era pequeña en el colegio llevaba siempre un pañuelo en la mano; el mismo además porque no tenía muchos para elegir, y los ojos llorosos. En primavera aquello ya era insoportable y apenas tomaba pastillas para la alergia porque no las compraban.

Con los años el nivel de alergia se ha hecho un poco más soportable, lo que no evita que a ratos se me caigan los mocos literalmente. No puedo moverme de casa sin llevar al menos un pañuelo. Eso tampoco ayuda precisamente a hacer amigos. Yo me pongo en su lugar y es un poco asqueroso. Si le añadimos que de jovencita estaba plagada además de acné, la verdad es que todavía me extraña que alguien se me acercara. Tenían su mérito. Además la alergia hacía que me constipara muy a menudo, pero como no tenía fiebre me mandaban al colegio igual.

lunes, 8 de enero de 2018

3. La gimnasia

Como ya he contado yo era una nulidad en gimnasia. Carecía de fuerza, de equilibrio y de elasticidad. Al cabo de los años descubrí que tengo un problema de laxitud en los tendones que hace que mis articulaciones no estén bien sujetas. Pero eso fue a los dieciséis años, cuando se me luxó una rodilla. Entretanto pasé diez años haciendo el ridículo más espantoso dos veces por semana. No era lo mejor para la autoestima ni para hacer amigos. Mis padres no quisieron darme de baja porque pensaban que el deporte me venía bien, pero si me hubieran visto lo habrían hecho.

Además por entonces se hacía gimnasia deportiva. Algunas compañeras conseguían hacer el salto mortal mientras yo apenas pasaba de la voltereta para adelante. Más tarde pasamos a la gimnasia artística, pero yo en coordinación también era un desastre. Así que tuve ocasión durante cientos de horas de sentirme lo peor de lo peor. Ahora  voy a taichi con señoras que me llevan casi veinte años, sigo siendo un desastre  pero me pongo en un rincón y procuro que no se note mucho. Al menos allí nadie me dice nada.

viernes, 5 de enero de 2018

2. Traumas

Dice mi psicóloga que estoy traumatizada por los primeros años de mi infancia y que esto ha salido a la luz a raíz de la muerte de mis padres, porque ellos eran lo único sólido que tenía por entonces. La verdad es que mi padre viajaba mucho y mi madre se pasaba el día haciendo recados. En aquellos tiempos se tenían muchos hijos y se les prestaba poca atención. Eso tenía sus ventajas e inconvenientes. Por una parte te espabilabas rápido pero por otro lado te sentías un poco desamparado. Yo me refugiaba en los libros.

En el colegio sufrí bulling muchos años aunque naturalmente la palabra no se había inventado ni se le daba ninguna importancia pues lo consideraban "cosas de niños". No les guardo rencor a mis compañeras que al fin y al cabo hacían lo que se esperaba de ellas, pero no soy tan benevolente con las profesoras que no se preocupaban. Con el tiempo aprendí a defenderme de forma oral, porque de algo tenía que servirme dominar las palabras y me gané un cierto respeto, aunque hubiera preferido un poco más de afecto.

miércoles, 3 de enero de 2018

1. La comba

Cuando yo era niña estaba de moda jugar a la cuerda en todos los recreos. Empezamos sobre los cinco o seis años y no sé por qué yo era incapaz de entrar a tiempo. Tal vez porque era más alta que las demás y a veces la cuerda me daba, así que tenía que agacharme para pasar. El caso es que nunca aprendí. Suena a tontería, pero fueron unos cinco años, hasta los diez. con sus miles de recreos los que me pasé viendo cómo mis compañeras saltaban a la comba sin problemas y yo no podía hacerlo; así que solía quedarme mirando a un lado. Por suerte también había gomas.

Debía tener problemas de coordinación motora, porque siempre era la última en llegar en los relevos, también la última en aprender a nadar y por supuesto en gimnasia. Además la motricidad fina tampoco era mi fuerte, siendo un desastre también en dibujo y en costura. No tiene mucho sentido darle vueltas a esto ahora cuarenta años más tarde, pero para mí fue traumático como sólo puede serlo para un niño. Todavía hoy me pregunto por qué se me daba todo tan mal, no teniendo ningún problema físico declarado grave. Simplemente, me tocó la china y, ya lo sé, hay cosas mucho peores.

  Si alguien se pregunta por qué cuento esto a estas alturas, la psicóloga me ha recomendado que reflexione en las razones que me han hecho ser como soy.