viernes, 31 de agosto de 2018

Lo que no me contaron

Cuando yo era joven ni mi abuelo ni mis padres hablaban jamás de la guerra civil. Era algo en lo que no querían ni pensar siquiera. Tampoco en el colegio nos contaban demasiado. Yo pensaba que estaba bien olvidar pero ahora ya no estoy tan segura, porque parece ser que los de un bando nunca olvidaron y transmitieron sus historias de generación en generación. Y ahora resulta que tenemos sólo una versión. Y ya se sabe lo que ocurre con aquellos que olvidan su historia, que están condenados a repetirla. Ahora que es tarde, pienso que mis padres debieron contarme con pelos y señales todos los horribles sucesos de las que habían sido testigos.

El único recuerdo que contaron fue que mi bisabuelo por las noches tenía que esconderse en el monte para que no le detuvieran, y asesinaran, por el simple hecho de tener una biblia en casa. Lo peor de esa guerra no fueron los combatientes sino las víctimas civiles, la mayoría de ellas por simpatizar con un bando o con la iglesia. Eso es lo que algunos no quieren que sepamos. Ni tampoco lo que ya ocurría en famosa república que tantos alaban ahora. Por eso es nuestro deber, ahora que la mayoría de los protagonistas ya han muerto, de conservar todas las anécdotas posibles para que la verdad no acabe diluyéndose en el tiempo. Porque la memoria no es histórica si está incompleta.

miércoles, 29 de agosto de 2018

La casa por el tejado


De vez en cuando veo programas donde hacen reformas de casas. En algunos compiten por arreglarla o cambiarla por otra. Cuando empiezan la reforma suele ocurrir que bajo la pintura existe moho, las cañerías están oxidadas y los cimientos están gastados. Entonces uno se pregunta si realmente merece la pena gastar tanto tiempo. dinero e ilusiones en algo que no va a durar mucho porque cada día le encuentran más fallos. Y algunos deciden comprarse una casa nueva, pero la vieja la venden para que otro lidie con sus defectos. Yo creo que sería mejor tirarla.

Con la vida ocurre algo parecido, que un día descubres que las paredes tienen grietas, los pilares ya no sostienen nada y hasta el suelo que tenías bajo los pies se está moviendo. Entonces, qué haces. Te conformas con vivir en la vieja casa porque está llena de recuerdos, te empeñas en solucionar lo que no tiene arreglo o prefieres volver a empezar en un sitio nuevo, limpio y vacío. Hay casas que tienen defectos de construcción y no te queda más que vivir con ellos o descartarlos. Mejor descubrirlos cuanto antes, porque después ya te habrás encariñado con tu hogar y será mucho más difícil cambiarlo.

lunes, 27 de agosto de 2018

El ideal

Cuando uno tiene hijos les enseña a cruzar el semáforo siempre en verde para peatones porque busca para ellos la mayor seguridad posible. Aunque sabes perfectamente que con el tiempo acabarán cruzando por cualquier sitio y en cualquier momento. Sin embargo, el ideal siempre es la mejor opción para empezar. Así, por ejemplo, uno se casaría en principio con la intención de que sea para siempre porque si no no tendría sentido el vínculo. Pero hoy en día la boda se ha convertido en poco más que una fiesta para celebrar el amor, dure lo que dure. De ese modo es lógico que la mayoría no sobrepasen los cinco años.

Es decir, que hemos perdido el ideal. He visto a menudo como padres cruzan con sus niños pequeños  por sitios incorrectos y con semáforos rojos. De este modo les están enseñando incorrectamente desde el principio. Se ha perdido el ideal del esfuerzo. Antes esperabas que tus hijos tuvieran una profesión y trabajaran. Ahora algunos nos conformamos con que no se metan en problemas. Habia un sistema de valores que pasaba de generación en generación y ya no existe. Como antes se decía, para educar un hijo hace falta una tribu, porque los ideales iban difundiéndose sin necesidad de tener que insistir. Ahora dependen de la voluntad de cada uno.

viernes, 24 de agosto de 2018

La agorera

En este cuento me ha tocado el papel de bruja mala. Mira que a mí me gustan las historias con finales felices pero yo sólo puedo hablar de temas desagradables. Alguien tiene que contar el sufrimiento de los bebés que son abortados y el de las mujeres que lo hacen y sus parejas. También hay que contar que en los hospitales se están deshaciendo de los enfermos incurables, por no hablar de los niños síndrome de down que ya casi no existen. No se puede ignorar que muchos homosexuales mueren jóvenes a causa de infecciones intestinales. Y que muchos inmigrantes no tienen intención de integrarse sino más bien de atentar contra nosotros.

Son muchos los temas políticamente incorrectos que no se tocan hoy en día en los noticiarios ni en películas o documentales. Nadie quiere saber lo que ocurre con los derechos humano en los países comunistas o en muchas dictaduras islámicas. Digamos que somos más felices ignorando que en países orientales siguen comiendo perro. A  mí también me gustaría ignorar que existen acusaciones falsas de violencia de género que perjudican a hombres y mujeres. Y lo peor de todo para mí, que siguen exisiendo redes de pederastia que para colmo pretenden que se reconozcan sus derechos.Y además ya no sabemos de qué lado está la iglesia. Pero alguien tiene que contarlo y esa persona soy yo aunque me haga la más impopular de internet.

miércoles, 22 de agosto de 2018

La inmigración

Hace unos diez años era yo todavía muy ingenua con este tema y pensaba que todos los inmigrantes se podían integrar sin problemas. Ahora distingo entre los que vienen de América, con nuestra lengua, cultura y religión y los demás.  Los primeros por lo que yo sé se acostumbran tan bien a nuestro país que a menudo las nuevas generaciones no quieren regresar a sus países de origen. En cuanto a los del norte de Africa la cosa es muy distinta. Recuerdo que estuve en París hace unos años, en la zona del Moulin Rouge y aquello parecía un zoco de Marruecos. Los inmigrantes musulmanes forman guetos donde mantienen su religión y todo lo que supone.

De ese modo, incluso los que quieren integrarse lo tienen muy difícil debido a la oposición del entorno. Y los que permanecen a menudo acaban volviéndose integristas. Conozco a un musulmán que tuvo que irse a otro pueblo para poder hacer su propia vida. En cuanto a los inmigrantes de raza negra, resultan ser también musulmanes en su mayoría, con lo cual tienen el mismo problema. A mí siempre me había gustado esa cultura. Incluso pasé mi viaje de novios en Marruecos. Pero no se puede negar que existe un salto histórico de varios siglos entre nosotros, y que es más fácil que se acostumbren al móvil que a la democracia.

lunes, 20 de agosto de 2018

El matriarcado

Otro de mis post polémicos. Se dice por ahí que si las mujeres gobernaran el mundo todo iría mejor, que no habría guerras. Yo creo que nadie se hablaría con nadie porque a rencillas no hay quien nos gane. Además, si las mujeres mandaran no habríamos salido todavía de la cueva. Esto es porque nosotras apreciamos la seguridad y la familia por encima de todo. El gusto por el riesgo y la aventura son componentes asociados a la progesterona. De acuerdo que los hombres han hecho muchas cosas malas pero también casi todas las buenas.

Se dice que las sociedad nórdicas eran matriarcados y les iba muy bien. Pero es que los hombres no estaban nunca en casa. Se pasaban el día saqueando otros pueblos para traer riquezas y secuestrar otras mujeres, de manera que la diversidad genética también estaba asegurada. El otro día leí un artículo de un experto que apoyaba esta teoría. https://sobreideologiadegenero.blogspot.com/2018/08/la-mujer-no-hubiera-salido-de-la-cueva.html La evolución, los inventos y la tecnología generalmente son caracteres masculinos, mientras que el cuidado, la compasión y la memoria son elementos femeninos, y no hay nada de lo que avergonzarse.

viernes, 17 de agosto de 2018

Ocho apellidos

Voy a repetir el artículo que más problemas me ha traído. Creo que lo escribí antes de las películas. Cuando alguien dice que tiene ocho apellidos de una zona, es probable que los habitantes de allí estén todos emparentados en algún grado. Es decir, que sean primos lejanos. Sucede así en Finlandia y por eso tienen tantos casos de cáncer, porque los genes recesivos se ven fortalecidos por el parentesco. También pasaba en las Islas Cies y por eso había tantos minusválidos físicos y psíquicos. En otras palabras, quien presume de tener ocho apellidos de la zona, no debería estar orgulloso.

La consanguinidad es la fuente de muchos problemas y empobrece las poblaciones. Eso es evidente con algunas especies animales que se quedan aisladas y con el tiempo acaban desapareciendo. En cambio, la riqueza genética fortalece a las especies y evita enfermedades. Antes en España había mucha movilidad entre las provincias y de ese modo se garantizaba la diversidad genética. Aquellos que pretenden asegurar la pureza de la raza lo único que consiguen es perjudicarla. Si Hitler hubiera conseguido su sueño ario, unas décadas más tarde no serían ni la sombra de lo que eran porque la consanguinidad debilita cuerpo y mente.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Portugal

Hemos estado cinco días en la región del Alentejo. Primero fuimos a una playa muy bonita pero estaba abajo de un acantilado y bajamos un montón de escaleras. El tiempo estaba agradable a la sombra y el agua muy fría. El segundo día fuimos a una playa más accesible aunque tenía muchas olas. Yo no me bañé porque las rodillas ya no me sostienen pero mis hijas sí. El tercer día fuimos a Lisboa y subimos hasta el castillo y luego volvimos a bajar callejeando. Estaba muy bonito y compramos un montón de souvenirs.  La casa que alquilamos era pequeña pero agradable y bastante fresca.

Los viajes no se nos dieron mal . Había poco tráfico en general, aunque las carreteras interiores están en mal estado. En general han sido unas vacaciones muy tranquilas por un paisaje precioso. Esa zona no se ha quemado recientemente. Volvíamos a casa para dormir la siesta y hemos comido unos bollos buenísimos. A la ida paramos en Cáceres y a la vuelta en Mérida y visitamos un poco las dos ciudades. Vimos el teatro romano y el anfiteatro a mediodía y claro, hacía un calor tremendo. Ahora ya estamos de vuelta en casa con el aire acondicionado.

jueves, 9 de agosto de 2018

Carnet por puntos para padres

Es el título de mi artículo más difundido. Fue hace diez años. Por entonces, yo estaba convencida de saber cómo hacer las cosas y hacerlas bien. Hoy me gustaría tener esa seguridad. He descubierto que el tiempo no mejora las cosas, sólo las complica. Yo tenía cuatro pilares en mi vida: mis padres, la iglesia, mi marido y mis hijos. Mis padres murieron porque es ley de vida, la iglesia dejó de atraerme con el papa Francisco, mi marido me dió razones para dudar y mis hijos me han traído muchos problemas. De manera que el techo se me cayó encima y acabé con antidepresivos.

Hace diez años todavía lo tenía todo controlado y con cuarenta años mi salud era bastante buena. Ahora he renunciado a tener ningún control y tengo montones de achaques inofensivos que me complican mucho la vida. De manera que, como suele pasar, ahora que tengo más tiempo y dinero no puedo disfrutarlo. Supongo que es el curso normal de las cosas. Sin embargo, echo de menos ese convencimiento de saber lo que hay que hacer y esa facilidad para decirlo. Cuando pensaba que lo peor había pasado y no había hecho más que empezar. Esos tiempos en que me creía con autoridad para aconsejar a los demás. Supongo que al menos he adquirido humildad.

Me voy una semana a Portugal. Besos

miércoles, 8 de agosto de 2018

La educación de los niños

Fue uno de los primeros posts que escribí. Entonces estaba muy convencida de estar haciéndolo bien porque mis hijos se llevaban estupendamente. Jugaban juntos, íbamos toda la familia a todas partes. Les gustaba leer y comprábamos muchos libros. Sólo jugaban con la consola el fin de semana. Tenían amigos pero no se metían en problemas. Se conformaban con poco y nunca se quejaban. Veiamos películas toleradas juntos en casa o íbamos al cine. Empezaron a ir de campamento cuando ya tenían diez años y sólo quince días. El resto del verano lo pasábamos en familia.

Así que yo pensaba que éramos un modelo a seguir. Veía a otros niños que se peleaban con sus hermanos. Padres que no se ocupaban de ellos o que los tenían agobiados con actividades. Yo me pasaba el día con ellos y no necesitaba más, aunque estuvieran siempre medio malos. Así que me veía muy calificada para escribir sobre el tema. Con el tiempo cada uno siguió su camino. Ahora empiezo a tener el complejo de nido vacío, pero ya no estoy segura de haberlo hecho bien y recuerdo esa época con melancolía, cuando estábamos tan unidos, aunque supongo que es lo normal.




lunes, 6 de agosto de 2018

No quiero ir al Caribe, gracias

Así se llamaba un post que escribí hace unos diez años y que no fue muy bien comprendido, como me pasaba siempre en ese blog.  Eran los tiempos de bonanza y la gente se endeudaba para cualquier cosa, incluído un viaje al otro lado del mar, en lugar de quedarse en los miles de playas que tenemos en España. Ya deberían haberle visto las orejas al lobo, pero parece ser que ahora también, después de la mejora en la economía, que ya no va  durar mucho, las familias han empezado otra vez a endeudarse con los clásicos créditos rápidos que te ofrecen en cada esquina. Luego se lamentarán de que no pueden pagarlos, y que les ayude el estado.

No es que tenga nada contra el Caribe pero tampoco veo la necesidad de conocer personalmente todo el mundo, menos ahora que por internet puedes ver hasta el más minimo detalle. Tampoco tiene sentido llevarse a los niños al extranjero pensando que será una gran experiencia, cuando lo cierto es que a los pocos meses ya lo habrán olvidado. Mis hijos estuvieron dos veces en París y dos en Lisboa y dicen que no recuerdan nada. Incluso cuando les enseño las fotografías no se avivan sus recuerdos. Además teniendo en España tantos sitios maravillosos a donde ir y algunos casi desconocidos. Son más ganas de exhibirse en las redes con las amistades que otra cosa.

viernes, 3 de agosto de 2018

El irresistible encanto de meterse en la boca del lobo

Las noticias se suceden, se solapan y anulan unas a otras a tal velocidad que cada vez es más cierta esa frase de que no existe en el mundo nada tan viejo como la sensacional primicia de ayer. Cuando lean estas líneas, el rescate de los niños de la cueva de Tailandia nos parecerá a todos casi tan antiguo como las gestas de Almanzor. Y, sin embargo, una vez pasadas primero la zozobra y luego la euforia del rescate, existe un hecho que me llama la atención. Por supuesto me dio mucha alegría que tuviera final tan feliz. También estoy de acuerdo con los que señalan que la peripecia de los trece Jabalíes ha sido un positivo contrapunto con respecto al resto de las noticias que nos devoran: conflictos étnicos, crisis, guerras, infinitas torpezas políticas o cualquiera que sea la extravagancia semanal de Trump. Tampoco pienso aguar la fiesta señalando que, mientras se rescataba a los chicos, no muy lejos de allí, en Puket, y debido al mismo temporal, treinta y tres turistas perdieron la vida en tanto que aún más al sur naufragaban otros dos barcos causando otra cincuentena de muertos. De los últimos dos naufragios las agencias de noticias ni siquiera se ponen de acuerdo en el número de víctimas, pero tampoco parece que importe demasiado, siempre ha habido tragedias más mediáticas que otras y desde luego no hay nada tan imbatible, mediáticamente hablando, como un drama que acaba bien. Los bien pensantes han señalado lo inspiradora que ha sido la gesta. Incluso un periódico tan poco dado a la sensiblería como The Guardian señaló en su editorial que «la aventura de la cueva de Tailandia ha sido un poderoso recordatorio de lo que el ser humano es capaz de hacer cuando se sobrepone a sus miedos: salir adelante y anteponer a su prójimo. Doce niños fueron devorados por la oscuridad el mes pasado. Pero, cuando lograron retornar a la luz, con ellos nos la han traído también a nosotros». No obstante, y ya digo que sin ánimo de aguarle la fiesta a nadie, existe un curioso efecto colateral de la noticia que me gustaría comentar. Antes de que Internet convirtiera al mundo en un colosal escaparate, antes de que, gracias a las redes, cualquiera puede tener su cuarto de hora de gloria universal, un sucedido como este habría servido para advertir de lo que puede pasar si doce niños que no saben nadar se adentran (nada menos que cuatro kilómetros) en una peligrosa cueva. De hecho, he aquí el origen de lo que ahora conocemos como literatura. Contar al resto de la tribu qué pasa si uno se mete en la boca del lobo. Un aviso a incautos, una alerta a cabezas locas. Pero todo eso era antes. En el mundo hiperconectado ocurre todo lo contrario.


Durante el rescate y también después, en todas las televisiones entrevistaron a personas que habían vivido situaciones parecidas. Sus respuestas eran siempre las mismas. «Estuve a un tris de perder la vida, pero volvería a hacerlo mil veces». «Pasé meses en coma después de un accidente de buceo, pero lo primero que hice al sanar fue volver a la misma cueva submarina». Y a todo el mundo le parece sensacional. Nadie piensa «qué imprudencia, habrá aprendido algo, tendrá más cuidado de ahora en adelante», sino que admira su arrojo, su desprecio a la muerte. Es, salvando las distancias, el mismo fenómeno que el balconing, o caminar por la cornisa de un rascacielos, o circular a 260 kilómetros por hora en un coche y grabar la hazaña, o cualquiera de las gestas imbéciles que uno ve en Internet. Qué valientes, qué machos, voy a darles un like y a ver qué se me ocurre para convertirme yo también en noticia por un día. Por eso las gestas con final feliz como la de los Jabalíes ya no cumplen su función aleccionadora de antes, sino más bien todo lo contrario. Por eso da exactamente igual que, para rescatar a un incauto que se cree espeleólogo/submarinista/alpinista/funambulista  o lo que sea, se gaste una fortuna e, incluso, pierdan la vida uno o varios de los rescatadores; la gente cada vez necesita echarle órdagos más sonados (y mediáticos) a la muerte. Por la magra gloria de ser alguien durante un cuarto de hora, por un puñado de Likes o por salir en el telediario de las nueve.
 https://www.xlsemanal.com/firmas/20180730/irresistible-encanto-meterse-la-boca-del-lobo-carmen-posadas.html

miércoles, 1 de agosto de 2018

Como oveja en medio de lobos


El Papa Francisco acaba de aceptar la renuncia del cardenal o depredador emérito McCarrick, que no era, como pretenden los medios de adoctrinamiento de masas, un «pedófilo», sino un sodomita todoterreno que, de vez en cuando, lanzaba también sus garras a menores. La Iglesia, si en verdad desea atajar la plaga que la infesta, debería empezar por no dejarse acunar por las consignas mundanas, que a la vez que lanzan su anatema contra la pederastia exaltan modelos de vida que constituyen su vivero natural.
Un amigo psiquiatra que ha tenido que prestar sus servicios en diversas causas eclesiásticas vergonzosas me contaba que en los seminarios de muchas diócesis estadounidenses no se admitió durante décadas a ningún postulante que no probara sus querencias socráticas; y que todo seminarista en quien se detectaban virtudes varoniles era de inmediato expulsado. Si la Iglesia desea en verdad limpiar sus establos de Augias y también rebelarse contra el destino que el mundo le ha asignado (desleírse como un azucarillo en la irrelevancia, a la vez que los escándalos la convierten hoy en diana de todos los vituperios y tal vez mañana en carne de persecución, si no se resigna a un papel de lacayuela acomodaticia que se tolera con tal de que atiborre a los católicos de sal sosa), tiene que reunir el valor suficiente para afrontar el problema hasta sus últimas consecuencias, sabiendo que la pederastia no es la raíz del problema, sino el corolario natural de algo que el mundo exalta y festeja orgullosamente. Por supuesto, no tiene por qué hacerlo al modo expeditivo del joven Papa de Sorrentino, sino que debe actuar con extrema cautela, recurriendo incluso a la disciplina del arcano, recordando que tiene la obligación (por encomienda divina) de ser astuta como serpiente.

No se puede seguir encubriendo a depredadores como McCarrick; pero tampoco se puede poner en la picota a inocentes como los sacerdotes granadinos del caso Romanones, acusados por un loquito o saco de pus a quien el Papa concedió insensatamente crédito y publicidad. Aquellos sacerdotes calumniados fueron suspendidos de su ministerio; fueron escarnecidos y arrastrados por el fango por el periodismo carroñero (que, a la vez, aplaudía taimadamente al Papa); fueron increpados y hostigados por la chusma, hasta que sus vidas se convirtieron en un infierno. Ahora el Papa acaba de recibirlos, para pedirles perdón humildemente. Se agradece enormemente que el Papa pida perdón por un error tan grueso; pero mucho más se agradecería aún que el Papa actuase prudentemente con aquellos cuatro componentes de la virtud de la prudencia que detallaba Aristóteles: rectitud o recta ordenación de la voluntad hacia el Fin Último de sus actos; perspicacia o penetración de los fines intermedios; maña en el conocimiento de los medios, y tacto o conocimiento de las circunstancias, así como discreción y tino en su análisis. Tal vez en esto la Iglesia podría también aprender del joven Papa de Sorrentino y empezar por renegar (¡siquiera un poquito!) de la obsesión mediática que la ha convertido en un circo (con frecuencia circo de los horrores, casi siempre circo de las banalidades y el macaneo) cuyo repertorio hastía y a nadie atrae ni interpela, por su adhesión sonrojante e inane a los paradigmas culturales del mundo. La Iglesia no debe olvidar que ha sido enviada "como oveja en medio de lobos"; y debe empezar por evitar la compañía de lobos que sólo desean tergiversar sus palabras, o bien sobornarla con halagos taimados, para que sus palabras acaben acomodándose al discurso mundano. Por ejemplo, combatiendo desnortadamente la pederastia que la infesta sin discernir su verdadera causa, por no atreverse a juzgar los usos del mundo.