jueves, 19 de diciembre de 2019

Fiestas del consumo

Como ya saben los que me siguen no soy una forofa de las fiestas navideñas. El hecho de ver a la gente una vez al año no me inspira mucha emoción. Digamos que me pregunto por qué no nos vemos más. En cuanto a los regalos, a Dios gracias, ya hace tiempo que me libré de ese follón. Cuando los niños eran pequeños tenía que comprar unos treinta regalos y se nos iba la paga extra en un montón de cosas innecesarias que tampoco nos agradecían mucho. Ahora ya no compramos para tíos y sobrinos y la cosa es más relajada y mucho más razonable. Tanto hablar del consumo responsable y en estas fechas se olvida.

Sin embargo, sigo viendo en las calles cómo la gente en su gran mayoría continúan con la costumbre de comprar todos para todos, lo cual aparte de ser una pérdida de tiempo, evita que puedas llegar a algo que valga la pena, porque hay que repartir entre muchos. Y algunos se gastan unas cantidades de dinero realmente desorbitadas, que no sé yo qué comerán en enero, turrones y sobras. Luego en las comidas también se tira la casa por la ventana, acabando todos hastiados y teniendo que comer cosas que a veces ni nos gustan. Total, que estoy deseando como siempre que pasen estas fechas y podamos recuperar la naturalidad.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Los adeptos de la nueva religión verde y la Iglesia


| Esta es una publicación centrada en la información católica, y muy especialmente en el panorama eclesial, pero sería extraño que fuera del todo indiferente al gran espectáculo de religiosidad oficial y popular que tiene ahora su centro en Madrid: la Cumbre del Clima.
Ya sé, ya sé: es CIENCIA. A eso se agarran, pero incluso en su parte meramente científica resulta muy poco científica. Lejos de estimularse el cuestionamiento, se fuerza el asentimiento, llegando calificar a los vacilantes con ese peligroso sambenito de ‘negacionismo’, que para según qué es incluso delito. Se cita más el consenso científico -¿recuerdan el consenso científico en torno a la Teoría Geocéntrica de Ptolomeo en tiempos de Galileo?- que los datos, se ignoran las predicciones erradas, se silencia a los críticos pese a sus cualificaciones profesionales.
Pero no entraremos en eso; para lo que nos interesa, que el dogma del Cambio Climático sea cierto o falso -que el clima de la tierra está entrando en una nueva fase estable con consecuencias catastróficas debido a la actividad humana y que todavía podemos impedirlo empobreciéndonos radicalmente- es irrelevante.
Lo relevante es que se trata de un fenómeno netamente religioso que se está azuzando desde el poder -político, mediático, cultural, empresarial, financiero- hasta límites insospechados, como el de convertir a una niña neurotípica en profetisa atendida y agasajada por todos los grandes de este mundo y reverenciada por masas de juveniles adeptos. Ya solo esto sería razón suficiente para desconfiar: quien utiliza niños para vender su mensaje, suele estar mintiendo.
Da igual si lo han inventado, maquillando datos aquí y allá y financiando los estudios más ‘favorables’.o si se han topado con este supuesto calentamiento: el caso es que los poderosos de todos los ámbitos han encontrado en el Cambio Climático el sueño de cualquier tirano: una emergencia tan amplia y terrible que justifica cualquier recorte de libertades o de nivel de vida, y tan vago en sus detalles que nada puede contradecirlo: si llueve mucho, es prueba del cambio climático; si poco, lo mismo, y si llueve igual, espérate a mañana y verás. No hay fechas fijas, ni escenarios precisos: solo una difusa amenaza gigantesca.

Solo es necesario transmitir la fe, y a fe mía que se insiste, desde todos los foros, desde todos los medios, desde todas las personalidades mediáticas, desde todos los informes empresariales o campañas publicitarias. Es un ‘mono’ del cristianismo, con su pecado original, su culpa, sus confesiones, su apocalipsis y su posibilidad de redención. Pero sin Dios, todo aquí abajo, todo material, aunque al mismo tiempo todo quede infuso de una vaga espiritualidad.
Los popes de esta religión tienen las soluciones listas que, como sorprenderá a pocos, pasa por ponernos en sus sabias manos y nos resignemos a que controlen hasta el menor detalle de nuestra vida privada y a los inevitables ‘sacrificios’ (otro imprescindible toque cristiano). Y uno de sus primeros mandamientos, el más repetido y obvio, es que sobra gente en el planeta. Muchísima gente. Lo mejor que podemos hacer por el medio, nos dicen los expertos, es no tener hijos. Y morirnos pronto, que la huella de carbono de los cadáveres desaparece pronto. Para ello es imprescindible fomentar el sexo estéril -la homosexualidad es mejor que la heterosexualidad, y esta es salvable con la adecuada contracepción y el ineluctable aborto- y la eutanasia.

Y toda esta hoguera de vanidades pseudorreligiosa sería motivo marginal para un católico que no espera que esta vida sea otra cosa que una mala noche en una mala posada y que sabe que si el mundo nos odia, odió primero a nuestro Maestro, si no fuera por el desconcertante espectáculo de ver a nuestras instituciones eclesiales sumándose entusiastas al invento.
Habrán oído la expresión ‘conversión ecológica’ mil veces en los últimos meses, casi tantas como ‘nuestra casa común’, y no referida a la Iglesia, sino a este pasajero planeta. También la insistencia machacona del Santo Padre, los simposios organizados ‘ad hoc’ por la Santa Sede, con columnas del agnosticismo progresista como Jeffrey Sachs, omnipresente en Roma últimamente, y la multiplicación diocesana de una ‘evangelización verde’ que se propaga con un entusiasmo que hacía tiempo no encontrábamos en el sencillo mensaje del evangelio ‘convencional’.
Y asusta, para qué voy a engañarles. Asusta porque es evidentemente una religión rival, incompatible con la católica, y radicalmente inmanentista. Porque es idea del mundo, no un ‘desarrollo de doctrina’ desde el mensaje evangélico, sino una adaptación tardía, apresurada y chapucera a lo que impera en el siglo, ayuna de referencias doctrinales en la Tradición. Pero, sobre todo, asusta porque es difícil ignorar qué medidas quieren imponer los sacerdotes de este nuevo culto, y cómo la insistencia de la jerarquía eclesiástica en la ‘urgencia’ de la crisis y en la necesidad de frustrarla a toda costa está jugando a favor de un régimen y de una tanda de ‘mandamientos’ que son lo opuesto a la moral católica.
 https://infovaticana.com/2019/12/11/los-adeptos-de-la-nueva-religion-verde-y-la-iglesia/?fbclid=IwAR2BQArrbT3A6nCi1NNTKr0UhXTB7R92zbE1x0W0bAlv8Yl0CdPunLwFZuI

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Greta Thunberg está zumbada

Aparte de que padece un trastorno compulsivo, parece ser que sus padres son ricos y no vive precisamente en una cabaña del bosque, sino en una mansión con todas las comodidades, sin contar con el teléfono móvil de última generación que lleva en el bolsillo. Mientras intenta convencernos de la emergencia climática, como antes era la gripe A y antes el efecto invernadero, si no recuerdo mal. Actúa como marioneta de poderes que buscan conseguir un gobierno mundial, con la  excusa de la fuerza mayor. Pero afortunadamente la naturaleza es muy terca.

Este otoño es el más típico que hemos tenido en años. El otro día en el cine nos pusieron una proclama sobre el cambio climático en la publicidad. Decía que en los últimos cincuenta años la temperatura había subido algo así como veinte grados. Precisamente yo tengo cincuenta y tres y puedo asegurar que mi ciudad nunca suben de cuarenta grados en verano ni bajan de menos cinco en invierno, así que tendrían que explicar dónde y cómo han cogido los datos. Pueden decir lo que quieran pero no van a convencernos de que el cielo es verde.

"Los científicos norteamericanos, a mediados de los años 70, pronosticaban que, por culpa de la contaminación del hombre y su irresponsable consumismo, sobrevendría una nueva edad de hielo en la que morirían mil millones de personas.
Y adjuntaban datos extraídos de los polos y fotografías de los satélites artificiales.
¿Le habrán informado de esto a Greta?". Alex Holgado Fernández

domingo, 8 de diciembre de 2019

El otro ojo

Debido a la proximidad de las fiestas navideñas me temo que a mi marido no le pueden operar del otro ojo hasta enero. Eso significa que va a estar tres meses de baja o bien tiene que volver a trabajar con un ojo arreglado y otro no. Resulta una faena tremenda. Pero en fin, que sólo sea eso. Yo estoy empezando a comprar grandes cantidades de dulces navideños, aunque tengo un problema porque yo no debería comerlos y es que estoy al límite de mi peso corporal. Lo que ocurre es que como soy terriblemente golosa, me los compro sin azúcar y me temo que eso no hace mucha diferencia.

Por lo demás, me hija viene a España en una semana para quedarse casi tres. La pequeña está pero no para con exámenes y trabajos la pobre. Y el chico todavía no sabe si sigue adelante con su oposición. Estoy un poco agobiada porque esta situación entre operaciones la verdad es que me pone muy tensa. Estoy deseando acabar ya con los médicos, las revisiones y sobre todo con las gotas, que son un engorro. Yo también tengo pendiente alguna prueba médica que no sé si me podré hacer porque estoy bastante molesta del estómago. Deseando ya que llegue febrero.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Descanso

Creo que voy a dejar de escribir unos días porque no estoy inspirada. A mi marido le han operado de cataratas y eso altera la rutina de la casa. Seguiré pasando por vuestros blogs. Besos.

lunes, 2 de diciembre de 2019

No se pueden exprimir manzanas

Cuando leo blogs sobre maternidad a veces me da la impresión de que intentan sacar de sus hijos más de lo que ellos pueden dar. No se dan cuenta de que un niño es un adulto a medio formar y hay zonas de su cerebro que aun no funcionan al cien por cien de su capacidad. Aparte de eso, su capacidad de olvidar sí que es inmensa. Yo he intentado muchas veces meterles alguna idea en la cabeza y al cabo de los años ves que de ese esfuerzo no queda ni rastro. Sin embargo, hay padres y madres que piensan que su hijo es un saco sin fondo de sabiduría.

Que esperen diez años y verán como el primero que aparezca en su camino tendrá mucha más influencia sobre ellos que sus padres. Llega la adolescencia y de nuevo tienes un libro en blanco y da igual que te asesores de los pies a la cabeza sobre el tema, porque cada niño es distinto y asimila las cosas a su manera.  Así que aquellos padres que están tan convencidos de tener todavía las riendas de su retoño, yo les diría que no se hagan ilusiones, que luego es peor. Que recen mucho si son creyentes y esperen que todo salga bien.