Intenciones malintencionadas…
Desde Argentina, para el Denzinger-Bergoglio
La intención de oración universal es: ”Para que sean respetados los pueblos indígenas amenazados en su identidad y hasta en su misma existencia”.
La intención para la evangelización es: ”Para que la Iglesia de América Latina y el Caribe, a través de la misión continental, anuncie con ímpetu y entusiasmo renovado el Evangelio.” (Radio Vaticano, 1 de julio de 2016)
Estas intenciones propuestas por Francisco para hacer oración durante el mes de julio merecen un breve comentario.
Al reflexionar sobre la oración, nos
viene a la mente lo que nos narran los Evangelios sobre las numerosas
veces que Jesús oró y, muy especialmente, el mandato que nos dio de
rezar con las siete peticiones del Padre Nuestro, la oración por
excelencia; porque orar es orar como Jesús y según Él nos enseñó.
Pero, claro, además de esas siete
peticiones primordiales se pueden suplicar muchísimas otras, de variedad
hasta setenta veces siete… Ahora, el “respeto por los pueblos indígenas”
es una intención de oración que, venida de la cátedra de Pedro, nos
parece un tanto descentrada, digamos, demasiado rebuscada y
peligrosamente equívoca.
Después de su resurrección, el Señor encomendó a los apóstoles “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”
(Mateo 28, 19). Él podría haber también mandado que se valorasen y
salvasen las culturas locales, con la vasta secuela de excentricidades
antievangélicas que comportan. Pero no nos dio esa consigna. Al
contrario, nos dijo que si los pueblos no aceptan el Evangelio hay que
salir de ellos sacudiéndose el polvo de las sandalias…
Gracias a la evangelización, la identidad
y la misma existencia de muchos pueblos hundidos en el paganismo, en la
barbarie y hasta en cultos diabólicos, fueron heridas de muerte con la
“espada de la Palabra”, al mismo tiempo en que se regeneraban con enorme
beneficio para las almas y los cuerpos de las “víctimas”. Esa es la
historia de las naciones americanas gracias a los misioneros venidos de
España y de Portugal.
Esta intención del pontífice es, además,
intencionalmente ambigua, ya que da pie a teorías y praxis anticatólicas
en las que están empeñados muchos seudo-misioneros indigenistas que
deforman y traicionan las enseñanzas de la Iglesia, incluso las del
mismo Concilio Vaticano II al que utilizan como escudo para propagar el
error.
Si las “semillas del Verbo” -espléndida
expresión de San Justino y los Padres de la Iglesia que recogió y
potenció el Concilio en varios de sus documentos- están presentes en
todos los pueblos, por peor encaminados que puedan encontrarse, se trata
precisamente de regarlas, abonarlas, cultivarlas, podarlas, darles
oportunidad de que puedan dar a luz a Jesucristo, el Verbo de Dios.
Idolatrar la semilla sin cuidarla y
sofocar al Verbo impidiendo que florezca, es lo que pretende una cierta
misionología que, con esta intención de oración universal, Francisco
acaba propiciando. Es algo evidente.
La identidad de un pueblo vale en la
medida en que se geste y brote en sí el ideal del Reino de Dios. ¿No
queremos acaso un solo rebaño y un solo pastor? ¿O estaremos apostando
por una religión relativista y ecléctica del tipo que predican los
teólogos de la liberación?
La llamada intención universal viene ilustrada con un video “El video del papa – Respeto a los pueblos indígenas”
en el cual no aparece ningún signo distintivo de la religión católica.
En cambio, en los figurantes, diversos atuendos, collares, vinchas,
adornos, plumas, aros, pipas… El propio Francisco aparece sin que se le
vea, como ya es normal en esta serie de videos, la extraña cruz pectoral
que normalmente usa sobre la sotana blanca. Ni una cruz en la pared, ni
una imagen de la Virgen en el escritorio. Nada. Parece todo elaborado
en un laboratorio de marketing anticristiano.
La joven indígena que aparece ante un
micrófono con aires desafiantes es, en realidad, una mediocre actriz
maquillada en un estudio televisivo; algunas de las imágenes de los
llamados pueblos originarios son chocantes por la barbarie o la
sensualidad que expresan. Francisco pide respeto por sus formas de vida y
sus tradiciones amenazadas, presentándonos como modelo figuras de
dudosa autenticidad y aberrantes.
¿Respetar
qué tradiciones? ¿La antropofagia, la poligamia, el incesto, la
idolatría, el satanismo? No lo dice pero sibilinamente lo insinúa. Se
diría que Bergoglio profesa la creencia en una inmaculada concepción de
esas pobres criaturas junto a las cuales la luz del Evangelio aún no
brilló con todo su fulgor.
Mientras Francisco va desmantelando la
tradición en los protocolos, liturgias y modales forjados a la luz del
Evangelio, quiere salvar indiscriminadamente tradiciones paganas que por
su propio dinamismo irán muriendo sin pena ni gloria.
¿Por
qué debería salvarse una cultura o tradición específica? Sabemos que la
Iglesia es inmortal. Pero no confesamos la creencia de que los pueblos
indígenas lo sean o deban serlo también. En la época de Noé, la
supervivencia de las formas de vida de aquellos pueblos no estaba en las
intenciones de Dios ni de su profeta…
Semejante salvavidas que el Obispo de
Roma lanza a esa pobre gente, además de ser anticristiano, es
contradictorio, ya que su política de acoger a todo precio y sin
discriminación a los refugiados en Europa, conlleva una renuncia a la
identidad cristiana y occidental de países que sí están en riesgo de
sucumbir ante la avalancha de la fanática barbarie musulmana. Eso no
sólo parece no importarle, sino que además lo incentiva, como ya estudió
el Denzinger-Bergoglio (Nota del DB: ver aquí).
En la Evangelii Gaudium Francisco anima a los europeos a no tener miedo de perder la propia cultura:
“Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a los países a una generosa apertura, que en lugar de temer la destrucción de la identidad local sea capaz de crear nuevas síntesis culturales“. (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, n. 210, 24 de noviembre de 2013)
¿Porqué estas “nuevas síntesis
culturales” solo las quiere Francisco para los pueblos cristianos
europeos? ¿Los pueblos indígenas son una raza superior que no puede
sufrir ninguna “síntesis cultural”? ¿O es qué las tales “síntesis
culturales” sólo le sirven a Francisco para acabar con los restos de la
civilización cristiana occidental?
En relación a la intención para la evangelización (“Para que la Iglesia de América Latina y el Caribe,
a través de la misión continental, anuncie con ímpetu y entusiasmo
renovado el Evangelio”) Francisco fija nuevamente su atención en América
Latina, ese “fin del mundo” desde dónde se embarcó para llegar a Roma.
¡Claro que en esas latitudes se precisa ímpetu renovado para anunciar el
Evangelio!
Pero es curioso que es también en América
Latina y el Caribe donde existen pueblos indígenas en los que ciertos
misioneros quieren potenciar no precisamente la Buena Nueva que vino de
la Europa cristiana, sino un exótico “Evangelio” precolombino.
¿Pensará Francisco que el cristianismo
amenazó la identidad y la existencia de los pueblos del nuevo mundo?
Muchos de sus amigos piensan eso.
Hay algo atávico y recurrente en
Francisco que hace con que permanentemente se vuelva a sus orígenes
rioplatenses y amerindianos (por más que lleve sangre y apellido de
ancestrales piamonteses), y eso le influye hasta en el momento de poner
las intenciones para la Iglesia universal. Es una especie de bloqueo.
La vieja Europa, tan necesitada de
oración y de donde vino la fe para los pueblos indígenas de América y
del Caribe, no se hace merecedora, por lo visto, de las oraciones del
Obispo de Roma ni de los fieles del mundo.
¿Será porque Europa no siguió a rajatabla
la consigna bergogliana de acoger sin discriminación a todo y cualquier
refugiado? ¿Será porque la Unión Europea está haciendo agua como un
barco mal construido? ¿Será porque, según recientes elecciones y
encuestas, las derechas se afirman y las izquierdas se estancan o
decaen? Esas realidades hieren el corazón de Francisco; lo ha dado a
entender.
Lo cierto es que Europa está necesitadísima de oración, sea “universal” o “de evangelización”…
“Desde
muchas partes se recibe una impresión general de cansancio, de
envejecimiento, de una Europa anciana que ya no es fértil ni vivaz. Por
lo que los grandes ideales que han inspirado Europa parecen haber perdido fuerza de atracción, en favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones”. (Discurso al Parlamento Europeo, 25 de noviembre de 2014)
Estas palabras pronunciadas hace casi dos años son muy graves. Pero no
preocupan mayormente al que las hizo. Constata… y pasa a otro tema; no
reza ni trabaja para que las cosas sean diferentes; ni pide a los fieles
que hagan lo propio.
Otra declaración sintomática de las intenciones bergoglianas: “Sueño
una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida,
porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño
una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al
pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y
piden refugio. Sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a
los ancianos, para que no sean reducidos a objetos improductivos de
descarte. Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino
una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano.
Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la
honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no
contaminada por las infinitas necesidades del consumismo; donde casarse y
tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un
problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable. Sueño
una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas
en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que
en el aumento de los bienes. Sueño una Europa que promueva y proteja
los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño
una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los
derechos humanos ha sido su última utopía.”. (Discurso, 6 de mayo de 2016)
Los sueños de Francisco son verdaderas
pesadillas. En su sueño no entra la dimensión de la fe ni la salvación
de las almas. Es un sueño de rotario, por no decir de masón.
Sobre la misión con los indígenas, Pío XII tiene un lenguaje muy diferente al de Francisco:
Queda un punto por tratar, el cual deseamos ardientemente que todos entiendan claramente. La Iglesia, desde sus orígenes hasta nuestros días, ha conseguido siempre la prudentísima norma que, al abrazar los pueblos el Evangelio, no se destruya ni extinga nada de lo bueno, honesto y hermoso que, según su propia índole y genio, cada uno de ellos posee. Pues cuando la Iglesia llama a los pueblos a una condición humana más elevada y a una vida más culta, bajo los auspicios de la religión cristiana, no sigue el ejemplo de los que sin norma ni método cortan la selva frondosa, abaten y destruyen, sino más bien imita a los que injertan en los árboles silvestres la buena rama, a fin de que algún día broten y maduren en ellos frutos más dulces y exquisitos.La naturaleza humana, aunque inficionada con el pecado original por la miserable caída de Adán, tiene con todo en sí «algo naturalmente cristiano»[17]; lo cual, si es iluminado con la luz divina y alimentado por la gracia de Dios, podrá algún día ser elevado a la verdadera virtud y a la vida sobrenatural.Por lo cual, la Iglesia católica ni despreció las doctrinas de los paganos ni las rechazó, sino que más bien las libró de todo error e impureza, y las consumó y perfeccionó con la sabiduría cristiana. De la misma manera acogió benignamente sus artes y disciplinas liberales que habían alcanzado en algunas partes tan alto grado de perfección, las cultivó con diligencia y las elevó a una extrema belleza a la que antes tal vez nunca había llegado. Tampoco suprimió completamente las costumbres típicas de los pueblos y sus instituciones tradicionales, sino que en cierto sentido las santificó; y los mismos días de fiesta, cambiando el modo y la forma, los hizo que sirviesen para celebrar los aniversarios de los mártires y los misterios sagrados. A este propósito escribe muy oportunamente San Basilio: «Como los tintoreros preparan de antemano con ciertos procedimientos lo que hay que teñir, y así fácilmente después le dan el color de púrpura o cualquier otro, de la misma manera nosotros también, si queremos que permanezca indeleble y para siempre en nosotros el esplendor de la virtud, procuraremos en primer lugar iniciarnos en estas artes externas y después aprenderemos las doctrinas sagradas y arcanas; acostumbrados a ver el sol, por decirlo así, en el reflejo del agua, podremos alzar nuestros ojos directamente a la luz… Y así como la vida propia del árbol es producir a su tiempo frutos abundantes, y, sin embargo, las hojas adheridas a los ramos les proporcionan algún ornato, de igual modo el fruto principal del alma es la misma verdad, pero, sin embargo, no es desagradable el adorno de la sabiduría externa, que, como follaje, proporciona al fruto sombra y agradable aspecto. Se dice que Moisés, varón verdaderamente eximio y de gran fama entre todos los hombres por su sabiduría, después de haber ejercitado su espíritu en las enseñanzas de los egipcios, llegó a la contemplación de Aquel que es. De igual manera, posteriormente, del profeta Daniel se refiere que llegó al conocimiento de las doctrinas sagradas después de haber sido instruido en Babilonia en la sabiduría de los caldeos» [18]. (Pío XII, Encíclica Evangelii Praecones, 2 de junio de 1951)
Pío XII apunta a la conversión mediante
la salvaguarda de valores autóctonos cristianizados. Francisco a la
persistencia del paganismo sin sombra de regeneración. Pero… si no tiene
a la luz de la fe como rectora, no se puede esperar algo diferente de
lo que él nos propone ¿cómo pedir peras al olmo?
El continente asiático, donde el
cristianismo llega apenas al uno por ciento, ¿No sería más que oportuno
orar para que la fe de Jesucristo se implante en aquellas latitudes y
produzca frutos? No pensarán en el Vaticano que Asia está bien servida
con la “riqueza” que aportan tantas religiones y filosofías ancestrales
como el budismo, el musulmanismo, el hinduismo… el ateísmo, etc.
De África, mejor no hablemos… su
situación tiene rasgos parecidos con la americana, agravados por la
falta de arraigo que hasta ahora ha tenido allí el Evangelio,
desgraciadamente. La inculturación no dio mayor resultado, o fue mal
echa… en todo caso, ¡Cuánta oración necesitan esos pueblos!
Digamos por fin, ¿no sería más propio de
un padre y de un pastor pedir oraciones por los pobres venezolanos, los
cubanos perseguidos, los sirios masacrados, los niños abortados o los
matrimonios deshechos? Parece más políticamente correcto acordarse de
los indios; acordarse no para catequizarlos y bautizarlos sino para
confirmarlos en su paganismo ancestral. ¿Eso es propio de un padre y de
un pastor?
¿Qué nos reserva el futuro? ¿En los meses
sucesivos se nos pedirá rezar por cosas tan excéntricas como las focas
en extinción, el calentamiento global o contra la especulación bursátil y
la economía de mercado?
A la vista de las intenciones por las que
el Obispo de Roma nos pide rezar, nos parece que la intención más
urgente sería la de rezar por él…
https://denzingerbergoglio.com/2016/07/09/intenciones-malintencionadas/
No hay comentarios:
Publicar un comentario