viernes, 25 de octubre de 2019

A la pequeña Susana le pilló un toro

Antes de que la palabra bulling hubiera hecho aparición, allá por los años sesenta en un colegio femenino, entró una niña tímida, callada y sonriente. Estaba encantada de empezar a ir al cole como los mayores, como había visto a su hermana ir cada mañana y volver tan contenta. Pero la pequeña Susana no se esperaba que eso sería el comienzo de un pequeño suplicio. Era la víctima propiciatoria para eso que ahora llaman acoso y entonces eran cosas de niños a las que nadie daba importancia.

Empezó porque al llegar a clase siempre le quitaban el estuche o la mochila y se la pasaban unos a otros, y corrían más que ella y no podía alcanzarlos. Así un día tras otro hasta que dejó de intentarlo y se acabó el juego. Pero entonces empezaron de forma más sutil, a darle golpecitos en la espalda en clase, empujarla por el pasillo o llamarla cosas desagradables. Y como Susana no conocía otro lenguaje para defenderse, intentaba hacerlo a golpes y siempre salía perdiendo.

De esa manera consiguió que le pusieran una anotación en el boletín: se muestra agresiva con sus compañeras. Ella, que era incapaz de dañar a una mosca. Así que se sintió encerrada en un callejón sin salida. No podía chivarse. Eso era lo último. No quería contárselo a sus padres. Le daba vergüenza. De todas maneras no le hubieran hecho caso. Y de ese modo fueron pasando los años hasta que con el tiempo se hizo más alta y más mordaz que sus compañeras y dejaron de molestarla.

Eso no quita para que de vez en cuando le desapareciera el jersey, o los bolígrafos, o le pintaran en la camiseta. Sus trabajos siempre se estropeaban y, las que antes le molestaban, ahora la obsequiaban con la más fría indiferencia. Y no sabía que era peor. Si ser un pelele o que todos la ignoraran. Pero afortunaamente los años pasaron y el colegio también llegó a su fin. Y Susana se encontró con un mundo donde no la descartaban de antemano. Aunque tampoco le fue mucho mejor, porque el que nace para víctima siempre encuentra la manera de cumplir su destino.

(Pequeño relato autobiográfico que preparé para un concurso)

20 comentarios:

  1. muy buen relato. siento que tuvieras que pasar por eso. :( de niño tienes miedo de que se metan contigo, cuando creces tienes miedo de que te ignoren. hacer el vacío, como bien dices, también es una forma de bullying.
    besos!

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  2. Qué crueles somos a veces, unos pequeños tiranos.
    Te entiendo.
    Un abrazo.

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  3. Pues si es autobiográfico vaya pena, es verdad que siempre ha habido niños que se han reído de otros, afortunadamente ahora se sabe y se puede parar el acoso. Abrazo

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  4. Una pena estas situaciones.
    No se comprenden....
    Un beso.

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  5. me inquieta la frase final, no debería ser así en todo caso... la crueldad de los niños está comprobada aunque los idealicemos ja... saludos...

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  6. De siempre los niños en general pueden llegar a ser muy crueles en diferentes circunstancias, ahora lo llaman acoso y lo castigan y tratan de que no ocurra pero antes había que defenderse, callar y sufrirlo en silencio porque si decías algo era peor.En bastantes ocasiones lograron que los acosados sufrieran un gran complejo de inferioridad y se volvieran muy tímidos....menos mal que el tiempo lo suaviza bastante aunque no se olvida nunca.Besicos

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    1. Sobretodo no olvido a los que no hicieron nada por ayudar. Un beso

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  7. Jamás ningun niño debería acosar a otro, y ningún adulto debería ignorarlo. Por desgracia, estas cosas pasan. Sin embargo, hay algo en lo que no estoy de acuerdo contigo, amiga mía. Y es que, eso de que quien nace victima seguirá siendo victima... yo creo que no siempre, pero que en muchos casos, se puede girar esa rueda que nos llevará a otro desenlace.
    Muchos besos :D

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  8. Es que me han acosado muchas veces después. Un beso

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  9. Me encanta el relato, aunque no se sea real :-(

    Besos.

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  10. Que impactante relató, mi querida Susana.

    Abrazos grandes.

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  11. Me ha gustado.
    No recuerdo que en mis tiempos existiera el tema. Alguna vez nos metimos con alguien con gafas, y rápidamente inventábamos una rima de autodefensa con el apellido del que molestaba. En mi caso como mi apellido es Marcos, alguien con ganas de contrariarme me cantaba "marcos de colgar", pero eso me dejaba indiferente.

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