Ya sé, ya sé: es CIENCIA. A eso se agarran, pero incluso en su parte meramente científica resulta muy poco científica. Lejos de estimularse el cuestionamiento, se fuerza el asentimiento, llegando calificar a los vacilantes con ese peligroso sambenito de ‘negacionismo’, que para según qué es incluso delito. Se cita más el consenso científico -¿recuerdan el consenso científico en torno a la Teoría Geocéntrica de Ptolomeo en tiempos de Galileo?- que los datos, se ignoran las predicciones erradas, se silencia a los críticos pese a sus cualificaciones profesionales.
Pero no entraremos en eso; para lo que nos interesa, que el dogma del Cambio Climático sea cierto o falso -que el clima de la tierra está entrando en una nueva fase estable con consecuencias catastróficas debido a la actividad humana y que todavía podemos impedirlo empobreciéndonos radicalmente- es irrelevante.
Da igual si lo han inventado, maquillando datos aquí y allá y financiando los estudios más ‘favorables’.o si se han topado con este supuesto calentamiento: el caso es que los poderosos de todos los ámbitos han encontrado en el Cambio Climático el sueño de cualquier tirano: una emergencia tan amplia y terrible que justifica cualquier recorte de libertades o de nivel de vida, y tan vago en sus detalles que nada puede contradecirlo: si llueve mucho, es prueba del cambio climático; si poco, lo mismo, y si llueve igual, espérate a mañana y verás. No hay fechas fijas, ni escenarios precisos: solo una difusa amenaza gigantesca.
Solo es necesario transmitir la fe, y a fe mía que se insiste, desde todos los foros, desde todos los medios, desde todas las personalidades mediáticas, desde todos los informes empresariales o campañas publicitarias. Es un ‘mono’ del cristianismo, con su pecado original, su culpa, sus confesiones, su apocalipsis y su posibilidad de redención. Pero sin Dios, todo aquí abajo, todo material, aunque al mismo tiempo todo quede infuso de una vaga espiritualidad.
Los popes de esta religión tienen las soluciones listas que, como sorprenderá a pocos, pasa por ponernos en sus sabias manos y nos resignemos a que controlen hasta el menor detalle de nuestra vida privada y a los inevitables ‘sacrificios’ (otro imprescindible toque cristiano). Y uno de sus primeros mandamientos, el más repetido y obvio, es que sobra gente en el planeta. Muchísima gente. Lo mejor que podemos hacer por el medio, nos dicen los expertos, es no tener hijos. Y morirnos pronto, que la huella de carbono de los cadáveres desaparece pronto. Para ello es imprescindible fomentar el sexo estéril -la homosexualidad es mejor que la heterosexualidad, y esta es salvable con la adecuada contracepción y el ineluctable aborto- y la eutanasia.
Y toda esta hoguera de vanidades pseudorreligiosa sería motivo marginal para un católico que no espera que esta vida sea otra cosa que una mala noche en una mala posada y que sabe que si el mundo nos odia, odió primero a nuestro Maestro, si no fuera por el desconcertante espectáculo de ver a nuestras instituciones eclesiales sumándose entusiastas al invento.
Habrán oído la expresión ‘conversión ecológica’ mil veces en los últimos meses, casi tantas como ‘nuestra casa común’, y no referida a la Iglesia, sino a este pasajero planeta. También la insistencia machacona del Santo Padre, los simposios organizados ‘ad hoc’ por la Santa Sede, con columnas del agnosticismo progresista como Jeffrey Sachs, omnipresente en Roma últimamente, y la multiplicación diocesana de una ‘evangelización verde’ que se propaga con un entusiasmo que hacía tiempo no encontrábamos en el sencillo mensaje del evangelio ‘convencional’.
Y asusta, para qué voy a engañarles. Asusta porque es evidentemente una religión rival, incompatible con la católica, y radicalmente inmanentista. Porque es idea del mundo, no un ‘desarrollo de doctrina’ desde el mensaje evangélico, sino una adaptación tardía, apresurada y chapucera a lo que impera en el siglo, ayuna de referencias doctrinales en la Tradición. Pero, sobre todo, asusta porque es difícil ignorar qué medidas quieren imponer los sacerdotes de este nuevo culto, y cómo la insistencia de la jerarquía eclesiástica en la ‘urgencia’ de la crisis y en la necesidad de frustrarla a toda costa está jugando a favor de un régimen y de una tanda de ‘mandamientos’ que son lo opuesto a la moral católica.
https://infovaticana.com/2019/12/11/los-adeptos-de-la-nueva-religion-verde-y-la-iglesia/?fbclid=IwAR2BQArrbT3A6nCi1NNTKr0UhXTB7R92zbE1x0W0bAlv8Yl0CdPunLwFZuI
Un artículo muy bien escrito el del Sr. Esteban, estoy de acuerdo con la línea que plantea.
ResponderEliminarEl volumen de negocio por parte de gigantescos grupos financieros y "filantrópicos" que se perfila detrás de lo verde es de tal calibre que necesita de la aquiescencia de las masas para que los cambios que van a precisarse en la sociedad sean posibles. Unos cambios que van a enriquecer a los mismos que han estado lucrándose en base a los combustibles fósiles, con la diferencia de que el peaje a pagar por la masa, todos nosotros, pasa, por ejemplo, por una drástica disminución de la demografía. Panfletos como "El País" (cuyo mayor accionista es un fondo de inversión "buitre") hace tiempo que abunda en la relación entre cero a un hijo por pareja y la ecología. En ese relato (es un relato) sobran unos cuantos seres humanos (ahora los llaman "fabricantes de huella de carbono"), a eso van, no sólo a la hora de poder matar a demanda, bajo pretexto de "derecho de la mujer", a los seres humanos que están formándose en el claustro materno sino también de poder eutanasiar a más débiles y desvalidos del sistema. Leía hace unos días cómo empieza a generalizarse en los países que ya aplican la eutanasia de forma abierta el argumentario de que, si un anciano vive demasiado; o si un enfermo dura demasiado, es egoísta por su parte no pedir que lo liquiden y no molestar así a su familia y al Estado. A eso vamos, y ese género de cosas necesita de la adhesión íntima de las masas; necesita de la imposibilidad moral de la disidencia. Saludos cordiales.
Encontré este texto en infovaticana. El País no lo leo. Un beso
EliminarNo sé si creo o no creo
ResponderEliminarme ha gustado tu pensamiento en letras
Volveré a leerte
Abrazos desde el mar de Miami
El texto no es mío. Un beso
EliminarComo esta el patio. Q razón q tienes
ResponderEliminarDa miedo la cosa. Un beso
EliminarEn estas circunstancia los católicos debemos de darr el "callo" más que nunca con entereza y sin desfallecer.Besicos
ResponderEliminarCuesta mucho. Un beso
EliminarSusana se trata de imponernos todo y de todo, de controlarnos hasta el punto de que nos digan que tenemos que comer y que no, cosas que debemos hacer y aquellas que no debemos. Resumiendo nos quieren quitar la libertad de hacer, actuar y pensar. La gente joven lo lleva claro, menuda vida les espera como no se actúe rápido.
ResponderEliminarUn abrazo
Los jóvenes no se dan cuenta de nada. Un beso
ResponderEliminarComo nos dejemos llevar nos arrastran. A mi que me dejen la libertad de decidir. Abrazos
ResponderEliminarA eso llaman libertad. Un beso
EliminarEl catolicismo molesta, es compromiso, es tener conciencia, es quitarte tu tiempo "libre", dominar tus pasiones. Se ignora y a ser feliz, pero surge inevitablemente la búsqueda del creador, y se crean nuevos ídolos
ResponderEliminarque nunca te llenan y que te inquietan. Como decía San Agustín, buscan a Dios en cualquier lugar o cosa, sin darse cuentas de que Dios está dentro de nosotros.
Es una nueva religiøn. Un beso
ResponderEliminar"Siéntate en silencio sin hacer nada, la primavera llega y la hierba crece por sí sola." (Proverbio)
ResponderEliminarAbrazos Susana.
Bonita frase. Un beso
EliminarTe deseo una buena Navidad Susana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin duda, es un texto muy interesante.
ResponderEliminarUn beso.
Recibe con aprecio mis mejores deseos para esta navidad.
ResponderEliminarGracias. Igualmente. Un beso
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